OPINIóN
Actualizado 24/05/2020
Carlos Javier Salgado Fuentes

Ciertamente, la crisis sanitaria del coronavirus ha sabido sacar a la luz desde su irrupción lo mejor y lo peor de nuestra sociedad, así como, especialmente en lo que a peor se refiere, de nuestra clase política.

En el campo positivo, hemos visto cómo los servicios esenciales y, especialmente los sanitarios, han dado el máximo, empleándose a fondo y sacrificando todo lo imaginable e inimaginable para que esta grave pandemia pudiese pasar de largo dejando cuantos menos paisanos posibles por el camino.

Asimismo, otros muchos profesionales fuera de los centros de salud y hospitales han estado al pie del cañón para que el país pudiese subsistir, con los agricultores y ganaderos alimentando al paisanaje, con la aquiescencia de los tenderos, reponedores o cajeros, que se han encargado de hacer de correa de transmisión necesaria, junto a los transportistas, para que los alimentos del campo lleguen a los hogares.

Del mismo modo, un punto caliente de la pandemia han sido las residencias, donde las gerocultoras, enfermeras, trabajadoras sociales o médicas han dado todo lo mejor de sí para que el covid dejase el menor daño posible entre aquel sector de la población más vulnerable al virus, nuestros ancianos.

Han sido hasta ahora más de dos meses de duro trabajo para estos y otros sectores, y el mejor reconocimiento que se les puede hacer de esa ardua labor que han tenido que desempeñar es cumplir con las medidas de seguridad necesarias para ponérselo difícil al virus, evitando aglomeraciones que aumentan el peligro de transmisión y, con ello, el riesgo de que suframos un rebrote de la pandemia, que acabaría tirando por tierra el trabajo desempeñado por los servicios esenciales durante el confinamiento.

Por ello, resultan lamentables las imágenes vistas esta semana de playas repletas de gente sin respetar la distancia de seguridad en lugares como San Sebastián o Barcelona, como en los primeros días de desescalada resultaba también entre paradójica e indignante la masificación de paseos en las ciudades a las ocho de la tarde, saltándose en muchos casos la distancia social preceptiva.

Por otro lado, es necesario también que nuestra clase política sea consciente del peligro al que nos enfrentamos pese a la mejora progresiva de los datos de casos y fallecimientos, y actúen en consecuencia, dejando de alentar manifestaciones mientras dure la pandemia, independientemente de quien pida convocarlas o del fin que persigan, pues saltarse la distancia social ahora mismo supone exponer a un peligro innecesario de rebrote a nuestra sociedad.

Es evidente que hay muchas cosas que se han hecho mal por parte de nuestros gobernantes (como la compra de material de protección sanitario defectuoso tanto por el Gobierno central como por la Junta), y que los cambios de criterio constantes que ha habido, especialmente en el Gobierno central (o cuanto menos más visibles mediáticamente en él) muestran que se ha trabajado en la pandemia frecuentemente a golpe de improvisación, sin criterios claros, poniéndose en evidencia por unas y otras cuestiones que la clase política no está dando la talla.

En este sentido, podemos decir que nuestros políticos están dejando mucho que desear, pues el Gobierno se ha venido mostrando bastante torpe durante la pandemia, y a ello hay que sumar una oposición que está siendo más destructiva que constructiva, más preocupada de sus intereses partidistas que de rebajar el tono para poder trabajar todos a favor de que el país pueda superar esta grave situación cuanto antes, en una época en la que precisamente lo que más se necesita es que cada cual aporte lo mejor de su ingenio.

Y es que, resulta más que evidente que el tono político se halla especialmente bronco en estos días, contribuyendo conscientemente desde algunos de los principales partidos a acrecentar la crispación y polarización en nuestra sociedad, alentando desde ciertos sectores a salir a la calle a manifestarse para pedir la dimisión del Gobierno.

Sin embargo, no parece que sea el momento más adecuado, por razones de salud pública, para montar manifestaciones en la calle, especialmente en zonas en fase 0, pues ya habrá tiempo una vez que pase la pandemia para que cada cual reivindique lo que quiera en la calle, sin peligros, o de que nuestros políticos planteen mociones de censura si lo creen necesario.

No obstante, debemos recordar que la pandemia no ha tocado a su fin, y debemos centrarnos en cuidar tanto la salud propia como la del resto de sociedad, así como no volver a saturar a nuestros sanitarios ni de volver a tener los hospitales al borde del colapso. Seamos responsables, aunque sólo sea por lealtad a aquellos que han dado todo en los peores momentos de la pandemia.

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