OPINIóN
Actualizado 24/05/2020
José Luis Puerto

El arte termina convirtiéndose, en no pocas ocasiones, en símbolo de lo que a las sociedades les ocurre. Así, por ejemplo, el 'Guernica', de Pablo Picasso, no solo lo es de la guerra civil española, sino que casi ha llegado a convertirse en el del siglo XX.

El pasado 15 de mayo, se daba la noticia del fallecimiento del pintor valenciano Juan Genovés, autor del cuadro titulado 'El abrazo', que se ha convertido en verdadero emblema de la transición española; de hecho, es propietario del mismo el estado español, y, aunque perteneciente al Reina Sofía, creo que en el presente está depositado en el congreso de los diputados.

'El abrazo', qué símbolo tan necesario para estos momentos; qué ejemplaridad encierra el cuadro: unos españoles abrazándose con otros, frente a la desdichada tradición cainita predominante en nuestro país.

Y ahora, cuando nos vuelven a ensordecer el rugido y la furia ?como magistralmente titulara el norteamericano William Faulkner una de sus narraciones? de caceroladas tan fuera de lugar en esta crisis sanitaria que afecta no solo a nuestro país, sino a los demás del mundo, volvemos a sentir que el símbolo del abrazo, del arrimar el hombro, del hacer cada uno lo que pueda en una causa común, sería la actitud más humanizada y responsable por parte de todos, piense cada uno lo que quiera.

Pero, más que de abrazos, entre nosotros funcionan más, para desgracia de todos, los garrotazos. Y vuelve a aparecer el arte, que expresa y simboliza lo que somos. Y nos surge ?en ese museo imaginario, de que hablara el escritor francés André Malraux?, viene a nuestra memoria visual, el terrible cuadro del aragonés Francisco de Goya 'Duelo a garrotazos', en que dos españolitos machadianos, semihundidos en la tierra hasta las rodillas, se desafían y pelean con encono, con sendos garrotes, blandidos por cada uno en su mano derecha.

Una genial y simbólica pintura negra de Francisco de Goya, tan de actualidad, para desgracia de todos, en este momento en que necesitaríamos más bien, todos, todos, ese otro símbolo del abrazo, de la reconciliación, del todos a una lopesco.

Abrazos frente a garrotazos. Porque ?como indicáramos la semana pasada? hemos de propiciar esos ángeles necesarios, esas vendas y gasas que apacigüen esa herida histórica del cainismo de que somos víctimas los españoles y que, en lo posible, nos ayuden a curarla e, históricamente, a superarla de una vez.

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