OPINIóN
Actualizado 18/05/2020
Jesús Garrote

Ahora que se empieza la desescalada se recuperan algunas ilusiones y se aumentan muchos riesgos.

Desde la mirada de nuestros menores surgen las dudas a las tentaciones que volverán en la calle.

Sin duda los que se han mantenido en las casas escuela están mucho mejor. Limpios de consumos y puestos al día en los estudios con una atención más personalizada que nunca por los educadores, hemos sido su familia.

Ahora viene la casi certeza de no poder hacer otra escuela en Marruecos y ver cómo seguir ayudando a la familia de Hadiya con la que adquirimos un compromiso para siempre. Por otro lado aquí no nos faltará trabajo, en el hospital de fauna, huertos, jardines, abejas, ovejas, quesos, estudios, deporte y animación sociocultural.

La nueva normalidad no sabemos si será tan nueva. Por un lado el "on line" de la vida virtual y por otro el necesario trabajo de la tierra y los trabajos esenciales para los que tendríamos que educar fundamentalmente a nuestros chicos. No podemos generar unas expectativas de vida "on line".

Hemos compartido mucho más tiempo y más despacio. Ha habido mucho para hacer, pero más para estar. Se habla de nuevas depresiones y nuevos miedos, que también se quieren tratar a distancia.

Yo como siempre lo positivo lo he sacado con los que he estado tú a tú. La plataformas son herramientas que pretenden enlatar un aprendizaje que se debe medir en la vida real.

Cómo hemos orientado las emociones y cómo las orientaremos a partir de ahora. Asusta pasearse por el centro de la ciudad. Tantos negocios cerrados.

Yo no he sabido ver la transparencia de los servicios sociales. Sinceramente no fío de quienes nos gobiernan, veo una gran especulación con la salud y el sufrimiento. Pero esto no es nuevo en el mundo. Yo siempre me fijo en los más explotados, los que siempre están sin seguridad en África, en América del Sur y en nuestras propias ciudades.

Siempre me ha movido que colaboremos en la igualdad de oportunidades sobre todo para los jóvenes.

Me gusta la responsabilidad de la mayor parte de la población pero por otro lado me preocupa la predisposición para la obediencia.

Leyendo el libro de Julia Navarro " Dispara, yo ya estoy muerto". Repasando el viaje que el año pasado hice con mi familia a Jerusalén, vuelvo a cerciorarme del problema de las obediencias ciegas, acaban generando fanatismos que condenan a poblaciones enteras y condicionan la posible felicidad de familias individuales, que no necesitarían grandes riquezas para ser felices. No existen bandos puros.

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