Paisaje con ermitaño, ca. 1610, de Paul Brill
Me escribe Jesús Fonseca, poeta, periodista y, esencialmente, amigo dilecto (o hermano en la Fe poética y en la Fe que nos ancla al Amado galileo), pidiéndome el favor de difundir el poema de un buen amigo suyo, quien prefiere mantener su anonimato, salvo el declarar que busca ser un simple ermitaño.
Y así lo hago.
"CANTO A LA RUTINA". POEMA DE UN ERMITAÑO
Es la fiesta de las horas repetidas,
de los días con retornos de marea;
¡ven conmigo, hermano, y saborea
el gota a gota lento de la vida!
Amansemos el flujo de los días
con un beso al demonio meridiano;
al vaivén de tristezas y alegrías
el tiempo se acurruca en nuestras manos.
Escriben los renglones de las olas
su poema mejor, monotonía.
¿Lacerante rutina?? ¡Rompeolas
resguardando de paz nuestra bahía!
Como viejos olivos que aburrieron
en hileras los paisajes infinitos;
como tantos temblorosos pedacitos
de otoño que del chopo se cayeron...
Son ciclos de la vida que temimos
y en donde siempre acechan cuarentenas
con los posos del cáliz que bebimos
y el aroma de vino de azucenas.
Celebración diaria y monorrima
donde la soledad se hace mimosa?
¡Coraje, corazón, ponle tu rima
al bullicio continuo de las cosas!
Esas horas que pasan aburridas
y sin gloria se van de nuestro lado;
calendarios que no han cicatrizado
aún su hoja... y otra llega decidida.
Mística de los niños y ermitaños
con horario del sol y de la luna
¡qué bello corazón el que se acuna
en el pausado río de los años!
No seamos de aquellos que sintieron
tanto miedo al tic-tac de sus relojes;
¡Unjámonos de tiempo! ¡que nos mojen
con su orvallo de paz los minuteros!
Es la fiesta de las horas repetidas,
de los días con retorno de marea;
¡ven conmigo, hermano, y saborea
el gota a gota lento de la vida!
Vista desde la ermita de San Miguel de Gormaz