OPINIóN
Actualizado 03/05/2020
Carlos Javier Salgado Fuentes

QueEste año la celebración del Día del Trabajador, el primero de mayo, ha sido, sin duda, la más extraña que se recuerda en décadas, sin las tradicionales manifestaciones que recorrían nuestras ciudades en esta fecha y con un futuro laboral que se antoja, cuanto menos, plagado de incertidumbres.

Y es que el confinamiento al que nos ha obligado la crisis del coronavirus está acarreando no sólo la paralización de la economía del país, sino que lleva implicada consigo la destrucción de buena parte de la riqueza y el tejido productivo tanto de España como del resto de países europeos.

Cabe preguntarse cómo podrá salir del bache nuestra economía una vez que se vaya retomando la actividad, y si las reaperturas con aforos limitados de las primeras fases de desconfinamiento servirán para que poco a poco el sector servicios cese en las pérdidas que le supone la paralización total o si, por el contrario, acabará de rematar a aquellos bares, cafeterías, cines o teatros a los que la salida del ERTE para reabrir con un tercio del aforo pueda no sacarles del bache sino acabar de hundirles.

Por su parte, los trabajadores autónomos tienen en buena parte de los casos una difícil coyuntura, pues también han dejado de percibir ingresos durante el confinamiento y, por mucho que se hayan aplazado los pagos de las cuotas, sus familias siguen teniendo que cubrir las necesidades básicas.

En cuanto a los trabajadores asalariados, aquellos que se encuentran en un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) han perdido un tercio de su poder adquisitivo en este periodo (al ser el 70% del salario el que perciben en el periodo del ERTE), lo que evidentemente lastrará su capacidad de consumo una vez que se levante el confinamiento.

Aunque seguramente los más desamparados en esta crisis sanitaria sean aquellos trabajadores más precarios, que se mantenían a base de encadenar trabajos temporales, a quienes no se ha renovado esos contratos de carácter temporal precisamente por la paralización de la economía y, con ello, han dejado de percibir ingresos pese a tener que seguir cubriendo sus necesidades diarias.

De este modo, el hecho de que tanto empresarios como autonómos y trabajadores asalariados hayan tenido que tirar de los ahorros para mantener a sus familias durante el confinamiento, unido a un cierto miedo a retomar la normalidad previa a la pandemia, nos llevará previsiblemente a una reducción del consumo, especialmente en los sectores relacionados con el ocio, que acarreará una contracción económica que, en algunos casos, degenerará en el cierre de empresas y el consecuente despido de trabajadores.

Por otro lado, el esfuerzo económico que le está exigiendo al Estado una situación de pandemia y confinamiento como la actual, debiendo asumir los pagos de miles de ERTEs y con la suspensión de algunos ingresos por la anormalidad en que nos hallamos, también lastrará notablemente la capacidad de inversión estatal, que sólo podrá mantenerse a costa de hacer crecer la deuda del Estado.

Estamos, por tanto, ante un escenario económico muy complicado de manejar y en el que muchos trabajadores y empresas se hallan al borde del abismo, tras un Día del Trabajador con más incógnitas que certezas encima de la mesa.

Por otro lado, la más que probable pérdida de buena parte del consumo veraniego, unido a la falta de ingresos por Semana Santa, pone en peligro la ya de por sí frágil economía salmantina, que fía buena parte de sus ingresos a las divisas que entran en la provincia con el retorno vacacional de los salmantinos emigrados.

Por ello, el tejido empresarial salmantino, extremadamente volcado hacia el sector servicios, se puede ver fuertemente afectado por una coyuntura como la actual, y puede acabar sufriendo el cierre de más empresas y el aumento notable del paro en la provincia.

De este modo, parece probable que si Salamanca fue, tras León y Zamora, la provincia que más habitantes perdió en el pasado año, este año se repita este escenario, si tenemos en cuenta que, del conjunto de Castilla y León, las tres provincias de la Región Leonesa son las que poseen mayor tasa de paro y más paisanos fuera siendo, por ello, las que más dependen de los ingresos del retorno estival de los emigrados para mantener a flote sus economías.

Sin duda, se avecina una segunda mitad de 2020 más que dura para la economía española, y para la salmantina en particular por sus peculiaridades, por lo que las instituciones y empresarios deberán ser especialmente hábiles y creativos para minimizar los daños del agujero económico que la pandemia está creando.

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