Se llamaba Tomás. Falleció este lunes pasado, en su casa, en León; tras una decidida lucha contra la enfermedad obstinada, a lo largo de casi una década. Era oriundo de la ribera del Esla, donde nacería al abrigo y la protección del hermoso templo mozárabe de San Miguel de Escalada.
Se llamaba Tomás. Era de origen campesino. Vivió siempre en los territorios de las gentes humildes. Fue emigrante en Cataluña, trabajando en una empresa multinacional de neumáticos. Para después regresar, tras unos años, a su tierra, donde viviría, hasta su jubilación, desempeñando diversos trabajos.
Se llamaba Tomás. Formó una familia. Tenía esposa y tres hijas, que le dieron algunos nietos. Ese era, junto con el del arraigo en su tierra, su pequeño mundo, ese gran mundo que es, para todo el que lo tiene, una gran bendición, por mucho que así no lo percibamos.
Se llamaba Tomás. Dejó encargado a uno de sus yernos que, cuando viera que él se encontrara en las últimas, encargara un ramo de flores a una floristería y que se lo llevaran a su esposa de su parte, como señal de amor. Y así terminó ocurriendo, ya en las horas en que él pasara por el amargo trance de la agonía.
Se llamaba Tomás. Su vida ha quedado cifrada en ese ramo de amor, en ese ramo de la memoria y de la vinculación con su esposa y con los suyos. Ramo de amor, ramo de la memoria que, ay, nos da sentido a todos, pues nos humaniza, como expresión de las laderas cordiales del alma.
Se llamaba Tomás. Ahora descansa en paz, junto a las aguas del Esla, bajo la protección de esa maravilla artística que es San Miguel de Escalada; en un valle legendario, en el que el monje Gonzalo, desde el priorato de San Miguel cruzara el río, tendiendo su capa sobre las aguas, a modo de barca, para atizar la lámpara de la ermita mariana que se encontrara en La Cenia.
Se llamaba Tomás. La vida de cada uno es apenas un granito de arena, pero tan maravilloso, porque en él está cifrado la expresión del amor, como también en ese hermoso ramo de flores ofrecido. Ramo del amor. Ramo de la memoria.
Descansa en paz, Tomás. Que la tierra te sea leve. Que sigas viviendo, resucitado en los tuyos.