OPINIóN
Actualizado 18/04/2020
Francisco Aguadero

Detrás de la tormenta viene la calma. Detrás del coronavirus vendrá la normalidad, aunque esa normalidad no sea la misma que conocimos previa a su llegada. Cuando salgamos del embiste tan tremendo que nos está dando la pandemia, habrán cambiado tantas cosas que el mundo seguirá en tinieblas por largo tiempo. Muchas de las cosas que estaban ahí, como algo futurible, el advenimiento de la pandemia las ha hecho realidad, por el camino de la urgencia e impuestas de forma brusca, cual es el caso de la telemedicina que, más que novedad, es una realidad viva en la atención y el seguimiento remoto al paciente.

No cabe ninguna duda de que, en esta sociedad actual de la información y el conocimiento, la medicina sigue descansando sobre su puntal central, formado por el personal sanitario, auxiliado por la ciencia de la que se nutre y por la tecnología que le acompaña. Esta figura del personal sanitario está llamada a tener un papel más relevante, si cabe, porque es quién realmente sabe de diagnósticos, procesos y tratamientos, según patologías.

Además, el personal sanitario representa y es el factor humano especializado que tanto necesita el enfermo en su lucha contra la enfermedad. La tecnología nunca podrá desplazar al sanitario en su función, sino que ha venido a facilitarle y ayudarle al médico a ser más eficaz en su labor. Tal es la ayuda de la tecnología, que si a los profesionales de hace cien años de estos sectores, les pusiéramos a ejercer en medio de todas las tecnologías que ahora se aplican en sus respectivas áreas, se sentirían limitados en su función.

Por otra parte, las nuevas tecnologías han venido a ser un factor fundamental en la gestión de emergencias globales. Gracias a la promoción y disponibilidad de redes de información global, se mejora la gestión de riesgos y la respuesta a situaciones de emergencia en el campo de la salud, con aplicaciones sanitarias globales como la telemedicina. Para el desarrollo de la atención preventiva y de la medicina a domicilio demandada por las personas mayores o, en estos tiempos de penumbra, para las personas afectadas por el coronavirus.

Hoy día la persona suele estar engancha, viviendo conectada a la infraestructura de las redes de información. Gracias a las autopistas de la información el individuo se encuentra más directamente implicado en las soluciones que necesita. Con un aparato multimedia, que por lo general es un teléfono móvil, en el que se encuentran integradas las funciones del ordenador, del televisor y del teléfono, la persona realizar la mayoría de las actividades necesarias para el desarrollo de su vida y entre ellas la telemedicina, gracias a la cual, se puede acceder a través del teléfono, chat o videollamada a médicos y otros profesionales sanitarios de distintas especialidades.

No soy una persona que me guste la frialdad de las tecnologías ni de lo virtual, prefiero el contacto humano directo, el hablar de tú a tú, cara a cara. El dar un apretón de manos y un abrazo, junto a una curiosa o profunda mirada, bañada con una sonrisa. Pero los tiempos cambian y con frecuencia imponen nuevas formas de relacionarse. Las consultas médicas virtuales se han impuesto en este tiempo difícil del coronavirus. Haciendo posible el diagnóstico y tratamiento a distancia, cuando no la tranquilidad que te proporciona el sentirte atendido por uno de esos maravillosos profesionales, que hoy están siendo auténticos héroes en la lucha sin cuartel contra el coronavirus y en defensa de nuestras vidas.

La telemedicina no es una novedad, ya se venía dando. Allá por los años noventa del siglo pasado algunos anunciamos que llegaría. La situación provocada por la pandemia ha hecho necesario dar un paso adelante en la salud digital y la telemedicina se asienta en la sociedad. Será una de esas cosas que se quedará y permanecerán tras la tormenta, con mayor o menor uso, pero formando parte de esa nueva normalidad.

Aguadero@acta.es

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