OPINIóN
Actualizado 17/04/2020
Charo Alonso

Frente a mi ventana, los hombres de la obra siguen haciendo equilibrios sobre el andamio de la incertidumbre. Caminan por el vacío del contagio cubiertos por el yelmo de la mascarilla, tocados con el casco heroico. La altura ahora no da vértigo, y sí el contacto con aquel que oculta su fiebre porque necesita ese sueldo que entra en casa a vueltas con la falta, a vueltas con el hormigón que sostiene la vida.

La grúa, pájaro zancudo, sigue llevando de un lado a otro los ladrillos con los que levantar el muro que nos cuida. Sin embargo ellos están ahí, desprotegidos de toda perturbación, ora et labora. Desde las siete de la mañana suben y bajan por la casa de muñecas que levantan esforzada, temerosamente, y sin embargo, decididos a ganar el salario de la obra, cemento, yeso, arena que se mezcla y recubre los pulmones que siempre han respirado con la dificultad, la precariedad, el miedo. Y qué frágil es todo en el andamio sobre el que caminamos a ciegas.

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