Si elegimos la desunión, la crisis se prolongará y probablemente dará lugar a catástrofes aún peores. Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no sólo contra el coronavirus, sino contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar
Llevamos ya cinco semanas de confinamiento y hemos dejado muchos amigos y conocidos en el camino. Es el momento de mirar desde el silencio, buscar en nuestra fuente interior para encontrar nuestra identidad y poder ver la realidad con los ojos de la razón, pero también del corazón. La experiencia de silencio interior acrecienta la confianza y la esperanza, para decir que el hombre es más que el hombre.
Los problemas de salud pública, nos están haciendo repensar la sociedad en la que vivimos, según Richard Sennett. Estamos viviendo una inflexión histórica, nuestra realidad está cambiando y debemos desplegar la resiliencia para adaptarnos a los cambios, valorando las dificultades y las oportunidades, no perdiendo el sentido profundo de la vida. La crisis vírica está cambiando nuestra forma de relacionarnos, la intersubjetividad ha formado parte de nuestro ser en el mundo y no podemos vivir aislados, la capacidad de relacionarnos y remar juntos en la misma dirección es lo que nos ayudó adaptarnos y poblar la tierra.
Hemos estado viviendo una "globalización de pies de barro", una globalización sin esperanza, donde una "economía virtual", financiera y especulativa, sin fábricas, sin bienes, sin trabajadores, ha dejado a millones de personas condenadas al hambre y la pobreza. Los procesos económicos liberalizan, desregulan, privatizan, avasallan la dignidad humana. Han castigado a la sociedad y a sus trabajadores y no han respetado el planeta. Han debilitado progresivamente la autoridad gubernamental de los Estados con su economía de casino y ruleta, provocando inquietud y certidumbre. Todo ello, ha provocado enfrentamientos y violencia, incontrolados movimientos migratorios y pérdida de los derechos más elementales del ser humano.
El pensador británico John Gray, afirma que estamos asistiendo a un punto de inflexión histórica, asegura que el capitalismo liberal está en quiebra y la era de la globalización llega a su fin. Comienza un mundo nuevo más fragmentado y más resiliente, donde la adversidad será más cotidiana. Una vida más limitada físicamente y más virtual. El pensador apuesta por construir economías y sociedades más duraderas y más habitables que las expuestas en la anarquía del mercado globalizado.
Es necesario parar este tipo de globalización de la indiferencia que solo está beneficiando a unos pocos, y poder crear una fuerte conciencia crítica desde la educación, que pueda socializar los desarrollos científicos y tecnológicos, para poder desarrollar una mayor interacción social, que despliegue la solidaridad necesaria y urgente. Sin conciencia crítica, comenta el antropólogo Eudald Carbonell, la humanidad puede llegar al colapso. Hace tiempo que estamos en el horizonte de acontecimientos de colapso, la superpoblación, la aceleración del cambio climático, están interaccionando con los fenómenos epidémicos.
El historiador y filósofo, Yuval Harari alerta de que nos enfrentamos a la mayor crisis de nuestra generación, con lo que es necesario elegir y actuar, preguntándonos no solo como superar la amenaza del virus, sino que mundo queremos después de la tormenta. La mayoría sobreviviremos, pero viviremos en un mundo totalmente diferente. Comenta que las decisiones que se tomen las próximas semanas moldearán el mundo en los próximos años, en la economía, en los problemas sociales, los políticos e incluso los culturales.
El pensador coreano y afincado en Alemania, Byung-Chul Han, muy seguido en este blog, afirma que el coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema europeo. El virus, no es más que una pequeña gota que colma el vaso de la arriesgada política monetaria y económica del mundo globalizado, aunque la quiebra financiera se podría haber producido también sin el virus. Es posible, que el virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor.
Para Byung Chul Han, tras la pandemia el capitalismo continuará aún con más pujanza, ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistirá en guardar las distancias y no ve que pueda llegar una solidaridad que nos haga soñar una sociedad más justa y más digna. Es el ser humano, dotado de razón, quien tiene que pensar y restringir el capitalismo destructivo y, espera que tras el virus venga una auténtica revolución humana.
Volvemos a Yuval Harari, nos pone en alerta, que se están tomando decisiones muy rápidas que en tiempos normales llevarían años de debates, acelerando los procesos históricos. En estos momentos de crisis, preocupan dos elecciones importantes: la vigilancia totalitaria o empoderamiento ciudadano; la segunda, es entre aislamiento nacionalista y solidaridad mundial.
El primero de ellos es la vigilancia, la tecnología lo permite, el poder puede saber donde nos encontramos en cada momento. Así nos lo comunicaron desde el gobierno en el día de ayer, como se estaba controlando la movilidad. En los países orientales, no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación, se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. El gobierno chino, envió un mensaje a todos los pasajeros en el metro que estaban demasiado juntos, en plena pandemia. Con un clic, se puede controlar la temperatura corporal y la presión sanguínea bajo la piel, podemos estar enfermos antes que lo sepamos o bien, dónde hemos estado o con quien nos hemos reunido
La conciencia crítica de este control es prácticamente inexistente, estamos a la sombra de un autoritarismo tecnológico más efectivo que en la gran obra de George Orwell "1984". Los datos y algoritmos manejados en masa a través de nuestros dispositivos, pueden llegar a conocernos más que nosotros mismos. En el futuro una biopolítica digital acompañada de una psicología digital, puede controlar no solo la temperatura corporal, también las emociones. Esa ausencia de la esfera privada, que ya está pasando en muchas áreas del planeta, ese ojo que todo lo ve, ha sido muy eficaz para controlar la epidemia en china y corea, pero produce un fuerte control social y una clara pérdida de libertades y de protagonismo del ciudadano en la esfera pública.
En la segunda elección, no hay grandes acuerdos globales entre los Estados y menos en espacios comunes como el Eurogrupo, que con muchas dificultades han conseguido un acuerdo para dotar de liquidez al sistema productivo. Pero la CEE necesitará planes mucho más ambiciosos para superar la recesión y recuperar las economías, sino es así, la Europa unida caerá como otros Imperios de la historia y perderá su sentido de ser para los ciudadanos.
Todas las crisis pueden ser una oportunidad, para que nos demos cuenta de la necesidad de unificar esfuerzos y que nazca una nueva solidaridad, que es el camino para crear una nueva humanidad, donde las crisis no recaigan sobre los más pobres y necesitados. La solidaridad nace de una experiencia del encuentro, si las personas en sus encierros han desplegado la lógica de la fraternidad y el compartir, no esperamos menos de los Estados del mundo. No será fácil, pero se deben dar pasos para crear un nuevo orden internacional donde todos los seres humanos tengan acceso seguro a los bienes básicos que necesitan para ser miembros plenos y respetados en sus comunidades, de sus sociedades. Estamos en un momento crucial, o bien avanzamos hacia un gobierno mundial y cosmopolita, o hacia un invierno autoritario de Estados nacionalistas.