OPINIóN
Actualizado 13/04/2020
Antonio Matilla

Estimada lectora o lector: las líneas que siguen fueron mi felicitación de Pascua de Resurrección dirigida ayer a los hermanos y hermanas de la Congregación de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Santo Entierro de San Julián y que ahora, hoy, Lunes de Pascua te dedico a ti, con mi mejor deseo de una Feliz Pascua de Resurrección.

Buenos días:

Anoche, en la Vigilia Pascual se nos dio una buena noticia, pero era muy de noche y quizá no la entendimos bien. Ahora a pleno día, se ve mejor. Resulta que María Magdalena y la otra María, que puede ser cualquiera de las hermanas del Nazareno o del Santo Entierro, porque está así de ambiguo en el Evangelio de Juan: "la otra María" llegan al sepulcro y el ángel lo revoluciona todo. Los centinelas temblaron de miedo, pero ellas no, simplemente se quedaron flipadas: "ya sé que buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado como había dicho"?Salen corriendo para contárselo a los apóstoles y se encuentran de bruces con Jesús. No era un fantasma, porque le abrazaron los pies. Total, a pesar de la alegría consiguen entenderle a Jesús tres mensajes: uno, que no tengan miedo; dos, que se lo cuenten tranquilamente a los apóstoles y tres, que les digan que vayan a Galilea, porque allí le encontrarán? Pero San Juan no da puntada sin hilo ¿Qué significa ir a Galilea? ¿Qué es Galilea?

Luego responderemos a eso, Pero fijémonos en las imágenes que este año no han podido procesionar: mirando al rostro del Nazareno nos damos cuenta de que está vivo. Pero está triste por el sufrimiento y por la traición. Tiene los ojos bien abiertos y ve claramente el Mal que se ceba contra Él. Pero no se esconde. Como tampoco se esconde del Mal de esta pandemia que nos asola. Bueno, sabemos que el Mal pudo con Él, que murió en la Cruz y que fue enterrado. Pero, incluso, cuando lo están enterrando, como muy bien señaló hace un par de años el obispo Berzosa, sus brazos parece como si tuvieran la forma y la posición de unas alas como para salir volando. Y así era, porque el Espíritu Santo habitaba en el cuerpo muerto de Jesús y acabó sacándole, vivo del sepulcro.

A nosotros también nos habita el Espíritu Santo. Jesús murió por mí y el Espíritu de Amor que le sacó del sepulcro, Jesús me lo infundió a mí, a ti, a cada hermano y hermana, el día de nuestro Bautismo. Y es tan poderoso ese espíritu de Amor que, además de habitar en nosotros, sopla donde quiere. Y lo estamos viendo estos días cuando lloramos de compasión por los enfermos y por los fallecidos del coronavirus y esa compasión nos lleva a condolernos, nos lleva a ayudar en primer lugar quedándonos en casa, nos lleva a animar a los más mayores de la familia y a los niños; los jóvenes también se están dejando contagiar de la serenidad de los mayores y se ponen en marcha para ayudar, tal vez, al vecino más próximo. Porque son muchos los actos de fe en la resurrección que se están viviendo estos días: las relaciones de vecindad mejoran, los jóvenes miman y ayudan a los mayores; todos aguantamos esforzadamente, sin perder la calma ni la alegría ni mucho menos la esperanza. El Espíritu que resucitó a Jesús está impulsando estos días también a los hermanos que están en las trincheras del Covid-19: médicos, enfermeras, esposo de esposa contagiada, reponedores, cajeras y repartidores de supermercado, mayores que no pierden la alegría y niños que asumen como un juego que no pueden salir porque hay un virus verde muy malo y aguantan con una madurez impropia de sus pocos años.

Y es que Jesús, tanto en la imagen del Nazareno como en la del Santo Entierro nos muestra que está vivo. Ya lo dijo Él: No tengáis miedo, porque yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. En sus manos, y también en las nuestras, está el hacer de esta pandemia una ocasión de gracia para salir de ella mejores, más humanos, más hermanos. Cuando se acabe la pandemia, pero ya desde ahora, vamos a tener mucho que reconstruir. Por una parte el Estado y por otra cada familia vamos a tener mucho trabajo que hacer. Pero una Congregación como la nuestra, más pequeña que el Estado, pero más grande que una familia, o si queréis, una familia grande, en unión con todas las demás Cofradías y Hermandades, en unión con toda la Iglesia, estamos llamadas a crear redes de ayuda entre nosotros y, como dice el Papa, ser Hospitales de campaña donde puedan recomponerse los más pobres o los que hayan quedado más tocados por la pandemia. Esa es la Galilea donde podremos encontrar a Jesús: la Salamanca abatida por el coronavirus y la Salamanca que está llamada a renacer con más fuerza cuando la pandemia pase. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Antonio Matilla, capellán de la Congregación de Jesús Nazareno y del Santo Entierro (iglesia de San Julián en la Parroquia de San Martín, dentro de la Unidad Pastoral del Centro Histórico)

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