"El amor es una palabra que por mucho que se diga no se repite nunca" (Bossuet). Pero, como ha dicho Benedicto XVI, "la palabra amor está hoy tan deslucida, tan ajada, y es tan abusada, que casi da miedo pronunciarla con los propios labios". Sin embargo, habrá que retomarla, purificarla y volverle a dar su mejor y más espléndido significado.
Sabemos que el ser humano ha sido creado por amor y ha nacido para amar, esa es su vocación más profunda. Y sólo amando puede ser plenamente persona. Amar consiste no tanto en recibir como en dar y entregarse, en hacer de la propia vida un don para los demás.
Hay muchas razones para escribir sobre el amor. La fundamental, para mí, estriba en el mandato de Jesús. El mandamiento del amor es el compendio de la ley y síntesis de la vida: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas; y a tu prójimo como a ti mismo? Haz esto y vivirás" (Lc 10, 27-28). Se trata, sencillamente, de amar con todo lo que hay en nuestro ser: corazón, alma, mente y fuerzas.
Lo primero que tenemos que afirmar claramente es que Dios nos ama y Dios nos ha amado primero, pues siempre Él nos toma la delantera. Dios nos ama a cada uno y pase lo que pase jamás nos abandona. El nos bendice siempre y desea lo mejor para nosotros, pues somos los hijos amados. Los padres, normalmente, también desean lo mejor para sus hijos. Así bendecía un padre a su hijo: "Hijo, te pase lo que te pase en la vida, tengas éxito o no, llegues a ser importante o no, goces de salud o no, recuerda siempre cuánto te aman tu padre y tu madre".
Dios nos ama de una manera incondicional y gratuita en Jesucristo, no porque seamos buenos, sino porque Él es bueno. Dios nos acepta como hijos, luego nosotros debemos aceptarlo como Padre. Y acercarse al Padre siempre es saludable. C. G. Jung consideraba que "acercarse a lo sobrenatural es verdadera terapia".
No podemos amar a Dios despreciando al hermano. Son los dos amores de nuestra vida. Aunque cada persona tiene que recorrer su camino, vivir su vida, todos, de alguna manera, nos parecemos y es fácil conectar con los otros, ya que estamos amasados con el mismo barro y somos compañeros de viaje en busca de la vida, de la luz, de la verdad y del amor.
Hoy, Jueves Santo, recordamos el mandamiento de Jesús, que no vino a ser servido, si no a servir:"Amaos como yo os he amado".