OPINIóN
Actualizado 03/04/2020
Juan Robles

Hallamos huellas positivas en relación con la polución mundial y el cambio climático

Los días de confinamiento obligado que estamos padeciendo nos ofrecen el gran regalo del silencio y de la calma, que nos permite pensar a fondo sobre la realidad que nos inunda y el sentido de fondo de lo que estamos viviendo. El encierro físico nos está abriendo al mundo para verlo con una mirada larga, profunda, y hasta espiritual o trascendente.

Es cierto que esta experiencia o vivencia, totalmente nueva e inesperada, está aureolada de un gran miedo, a veces pánico, y un profundo sufrimiento. Lo cual nos aleja más aún del despiste y el ritmo frenético con el que estábamos viviendo. Creíamos que no se podía parar el movimiento exagerado con el que actuábamos. Hoy vemos que es posible, y muy positivo, hacer una parada o ralentización de la vida de cada día, moderando el ritmo de exceso con el que estábamos viviendo.

Ahora hemos descubierto que se puede parar y vivir confinados, como hemos logrado hacerlo ya por tres semanas. Hemos descubierto la casa, la familia, nuestra misma realidad vista de cerca y con calma. Descubrimos en la casa cosas que ni nos dábamos cuenta de que estaban ahí esperando nuestra atención.

Hemos descubierto la posibilidad de llevar a cabo tareas de teletrabajo. Descubrimos hasta la presencia y cercanía de nuestros propios vecinos.

Y en el silencio creativo hemos ido descubriendo gestos de ayuda con los que podemos asistir a los necesitados, actividades, juegos y cantos a compartir con las personas de la propia familia, con los convecinos y, a través de las modernas redes informáticas y telemáticas, llegar a multitud de personas desconocidas, con las que podemos hacer actividades que gusten, y con las que aprendan, desde los mayores hasta los más pequeños, e incluso se descubre la posibilidad de crear o realizar canciones en grupo, manteniéndose alejados y permaneciendo cada uno en su propia casa.

Parece que el mundo está cambiando. Seguramente las cosas no van a ser lo mismo después de esta terrible pandemia del coronavirus. Curiosamente, la parada generalizada de la mayor parte de las actividades productivas y de los instrumentos industriales con los cuales llevábamos a cabo nuestra actividad, están dejando sus huellas positivas en todo el mundo en relación con la polución mundial y el cambio climático. Lo que creíamos imposible poner en marcha por acuerdo de los países, los grupos productivos y los movimientos económicos, nos lo obliga a poner en práctica este virus criminal que nos azota. El virus nos ha hecho ver que el cambio es posible, que "otro mundo es posible".

Y resulta que el coronavirus nos ha unido a todo el mundo en la tremenda situación de enfermedad y de muerte, sin parar en fronteras ni en diferencias sociales, étnicas o religiosas. Y nos está indicando que, puesto que el mal o pandemia tiene un alcance generalizado, las soluciones que hayamos de poner en marcha para la solución del mal, tienen que ser necesariamente mancomunadas y de acción universal, tanto en la línea de la consecución de la salud, de la superación de los problemas económicos consecuentes y de la realización de los planes políticos y de gobierno del mundo.

Parece que ya no será posible volver a las malas prácticas de enfrentamientos políticos, económicos, de influencia mediática, o de imposición de poderes.

También en el campo de la espiritualidad y de las organizaciones religiosas parece que se van a relativizar muchas prácticas tradicionales y cerradas en las ideas, en las organizaciones y en las relaciones entre prácticas religiosas, o con las organizaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Los indicadores del camino están abiertos.

La necesidad de mantenerse alejados de encuentros de grupo nos ha llevado a la prohibición de celebrar misas, bodas, comuniones, y hasta entierros. Esto ha dado lugar a creaciones nuevas de celebraciones de misa, de adoración eucarística o de rezos de rosarios u otros a través de los medios modernos como la televisión, las cadenas de radio o las líneas de redes informáticas. La experiencia está dando lugar al nacimiento de una nueva iglesia, más virtual y moderna.

Está naciendo un mundo nuevo. Ojalá logremos hacerlo mejor.

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