A. P. Alencart leyendo en 'Diálogos con San Juan de la Cruz' Foto de Jacqueline Alencar
Según cartel enviado hace dos meses, esta noche debería estar en la Casa de la Poesía San Juan de la Cruz, leyendo poemas y hablando sobre mi trayectoria poética. La Casa de la Poesía está coordinada por la poeta abulense María Ángeles Álvarez y tiene su sede en la Universidad de la Mística, prestigiosa institución dirigida por el carmelita descalzo Francisco Javier Sancho, a quien mucho respeto desde hace dos lustros, pues he escuchado sus introducciones teológicas y poéticas, cada mes de diciembre celebratorio de los diálogos poéticos con San Juan de la Cruz, actos de excelencia coordinados por el poeta y amigo José María Muñoz Quirós.
Como la lectura no podía realizarse de forma presencial (ya veremos si próximo curso), quise hacerlo de forma espiritual. Anoche estuve leyendo tres poemas para mí mismo (y para todos vosotros). Y lo hice imaginando estar en el CITES, en el auditorio municipal de San Francisco o al pie de la hermosa muralla. Dos son míos y el tercero es de mi buena amiga, la cubano-española, Lilliam Moro, quien vivió cuarenta años en España (varios de ellos en Ávila). Falleció el pasado 14 de marzo. Pero yo la tengo muy presente, sin duelos ni penas, aplaudiendo mi lectura, como podrán apreciar en la última foto.
LLAMA DE AMOR
Oh toque delicado
que a vida eterna sabe?
Juan de Yepes
I.
Vienes a nuestra carne viva
y a nuestra alma,
que se enrosca en sus imperfecciones
o eclipses duraderos.
Vienes de forma inaudita,
como si un instante fueran nueve meses
que nos descarnan para otro
tránsito o bocanada, ya en tu taller
de Luz.
Vienes aprisa, llama invencible,
para alumbrarnos lugares inéditos
donde los frutos resplandecen
y los semejantes se despojan de su disfraz.
Vienes, Amado galileo, cual
antorcha que desoculta desesperanzas
o furias incipientes.
Entonces remas
sobre nuestras lágrimas,
levantas las penas del día
y nos purificas
con tu sangre iluminada,
con tu llama de Amor viva.
II.
Como el corazón siempre está
sin olvidarse de latir,
la noche limpia los vestigios
de la soberbia de quien
busca otra forma de existir,
y se desnuda hasta
que el Amor lo invade
y torna humilde su espíritu
y aprende a dar de su pan
al prójimo.
En lo oscuro se calcinan
todas las veleidades.
También las lentejuelas
que cubrían su ir cojeando
por la vida.
En aquel ser donde el Amado
anida, la humildad
se implanta y la soberbia
se convierte en cicatriz.
En lo oscuro percibes
al joven Dios que mucho
ha sembrado
en ti.
A. P. Alencart leyendo un poema dedicado a Santa Teresa, al pie de la muralla (foto de Jacqueline Alencar)
DE LO SIEMPRE AMADO
(Homenaje a Teresa de Cepeda y Ahumada)
De por vida nos une un reino fuera del tiempo,
un reino que transfiere palabras contra la desesperanza,
alas para nosotros mismos
y para sobrevolar las cicatrices del Diluvio
y ventear aires sin veneno
a los pulmones del albañil que moldeará más barro
del palomar que es dialéctico templo
porque está en nuestro pecho sin coágulos ni fronteras,
fundando moradas humildes, silabeando
el porvenir, albergando al Espíritu invulnerable.
:: (Abre tu boca / la Vida está en la LLAGA / lejos
de los prelados / lejos del óbolo / a las estatuas) ::
Henos aquí, por aires donde aúllan verdades
relampagueadas en la comunión con el Cielo
de la memoria, verdades emparentadas
al terral de la vieja Castilla que aún busca su contento
celebrando con vino casi alado
la muerte con resurrección.
Oh, poderosa realidad
de lo siempre Amado en el horizonte impar
de esta Babel que poco trasuda la sangre del Dios
que nos escarba la salida con átomos salvajes
y palomarcicos
y palomas
que enseñan a volar leguas arriba
picoteando raíces de páramo como pan de cada día
volviéndose plegarias
hasta hallar cobijo en el nidal del retorno,
adobe y tapial contra el exterminio.
:: (Viola los estatutos de la muertE / húrgale
su nariz / y meteorízala hasta que diga ay, ay, ay) ::
Del palomar del pueblo salen latidos que nos relajan,
no porque tengamos astilladas las alas
sino por el oleaje de revelaciones
de la sangre iluminada en cánticos para el Cielo
que destella cuando Teresa, nuestra hermana, tan alta vida
espera apoyada en sus últimas lágrimas
y en las manos del destierro.
Ay, palomita de las oraciones
que más cuentan, paloma pieldivina
deleitosamente prisionera nidificando la llama que no quema,
aléjate de las aves agoreras
y camina por zonas de tolerancia o vuela con el peso neto
de tu declaración de ardiente fe
y aléjate siguiendo la medialuna de tu temblor,
aléjate de las aves de rapiña
y no mudes los Evangelios por peste de idolatrías,
por corazones que palpitan a medias,
por escenificaciones de amor deshabitado, insipidez
tras insipidez tras insipidez.
:: (Apasionada travesía por tierras del Tormes y el Adaja /
Guardiana / danos tu sonrisa / para esta Reconciliación) ::
Pronunciamos la Palabra
alquimiándola en el sistema solar del éxtasis, en las arterias
de la perduración antítesis del mundo,
en el mimbral de las ternezas a la intemperie,
en la relojería de Enigmas / Misterios / Milagros
mordedura del Hacedor a precio de rescate soltando perdón
contra historietas de brujas hechizándonos las venas.
No más inquisiciones.
Henos aquí para dar 67 besos a la Dueña de los palomarcitos
místicamente prendada del nazareno,
a quien alimenta de su puchero, mientras transita sures
o Reforma uno y otro palomar, como el mantenido
desde de la infancia, muriendo sin morir
en el connubio que se le volvió eterno.
:: (Deshuesada tu carne / Espíritu eres = Espíritu serás /
Cepeda & Ahumada / Ávila + Alba de Tormes) ::
Lilliam Moro, A. P. Alencart y Jacqueline Alencar en Ávila (foto de José Pulido)
Lilliam Moro (La Habana,1946 ? Miami, 2020)
ALBA DE TORMES OBLIGÓ POR FIN A DESCANSAR
A LA QUE NUNCA DESCANSÓ
A Santa Teresa de Ávila
Préstame tu inocente desvarío,
la imposible quietud de tus quimeras,
tus incansables huellas andariegas,
tus ateridos pies besando el frío,
la empecinada fuerza de tu brío,
tus palabras ardientes, las primeras
dudas y certidumbres, tus maneras
de sentir el ardiente escalofrío.
Un Amor absoluto que libere
del cuerpo el alma que volar quisiera
y que por no morir de sí se muere
mientras el corazón se transverbera
por la flecha de amor que quema y hiere
y otra vida a esta vida la supera.
Lilliam Moro y público asistente al Auditorio Municipal de San Francisco (foto de Jacqueline Alencar)