¡Ha fallecido Fructuoso Mangas!
La vida se hace real y se desvela de su niebla cuando se hace presente la muerte, en estos casos solo queda orar en el silencio. Fructuoso ha sido como un padre para mí para muchos, no solo en la fe, también en muchas cosas de la vida y de la existencia. Un espejo donde mirar y una vida a la que seguir. Si no tenemos amor, es que todavía no hemos nacido; sin amor, no sabemos que nos morimos. El amó mucho y estaba preparado para ir al Padre. No nos ha dejado, aunque no lo veamos, vive. Dejamos su cuerpo terreno en el dormitorio del sepulcro, pero nuestros muertos viven. Vive en la plenitud de Dios, que lo llena todo. No podemos disfrutar de su presencia física, pero al vivir en Dios, ha penetrado de forma más real en nuestra existencia. Ahora nos ama más que nunca, ya que nos ama desde el corazón de Dios.
Transfigúrame.
Señor, transfigúrame.
Traspáseme tu rayo rosa y blanco.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla
en tu más alta catedral.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de Ti en tu gloria traspasado.
Quiero poder mirarte sin cegarme,
convertirme en tu luz, tu fuego altísimo
que arde de Ti y no quema ni consume.
(Gerardo Diego)
Hoy para mí, el sonido del silencio es la melodía del dolor y de la paz. La muerte nos coloca ante el misterio de la vida, es una realidad coexistente a nuestro ser, nada más nacer tenemos fecha de caducidad. Si el dolor es parte de la muerte, también lo es la esperanza, como el amor, son las tres heridas de la existencia. Desde la fe en el resucitado, el creyente proclama no su propia esperanza en la vida, sino los anhelos más profundos de la humanidad ante un hecho misterioso e inefable. Esa esperanza es esperar lo imposible, contra toda esperanza, esperar a pesar de todo, que nos recuerda nuestra fragilidad y pequeñez en ese orden. Esta esperanza, no sólo tiene una dimensión temporal y futura, es una esperanza hacia el otro y al Otro.
En esto, Fructuoso era un maestro, en la pastoral, en la palabra, en la oración, no solo él abría su esperanza hacia el Padre, llevaba a otros hacia el amor de Dios. Pero no dejaba de mano la Caridad, durante muchos años ha realizado una labor importante en Manos Unidas de Salamanca. Apertura y desvelamiento de Dios, y apertura al hermano y sobre todo a los que más sufren o han sufrido. Desde aquí, se pone en marcha el dinamismo de la esperanza, que es fe y caridad. La esperanza impulsada por el amor y la caridad, a pesar del dolor y del mal, asume y transciende la historia, el tiempo y la muerte.
Ante el dolor no me salen las palabras, y lo primero que fluyen son los sentimientos. Haciendo memoria, son muchas las experiencias vividas y compartidas con Fructuoso, desde los campamentos de jóvenes, catequesis, celebraciones, grupos de matrimonios, Manos Unidas. Todos estos sentimientos fluyen en el corazón en todas las direcciones y es difícil detenerlos para hacer memoria. Es algo así como una diferencia emocional y existencial, recuerdo aquellas palabras de Pablo, todo esto estará claro el día en que Dios, por medio de Jesucristo, juzgará lo que está oculto en la vida de los hombres. Estoy dando muchos rodeos, para expresar un profundo cariño acumulado durante muchos años, un afecto que nos hace ir hacia los otros y Él. Un cariño a veces a empujones, otras como un susurro paciente, tomando las palabras de Pedro Casaldáliga que nuestra memoria bien vivida es nuestra esperanza bien cimentada.
El amor despierta la mente dando más claridad al pensamiento. Creer el resucitado es esperar en las horas alegres y en las horas amargas, en las huellas que nos han dejado las personas. La muerte es una puerta que nos abre a esa realidad indecible, donde no hay lágrimas ni dolor, donde todas las piezas encajan y cobra sentido verdadero toda nuestra existencia. El resucitado nos pone ante la imagen del Dios de la esperanza, un Dios que está al comienzo y al final, un Dios que es el futuro último del hombre y del mundo.
Existo en la plegaria,
En la fiel melodía de la súplica;
Existo en el dolor y en el anhelo,
En la fraternidad,
En la alegría de habitar el mundo;
Existo en la canción y en el silencio,
En la palabra, que me da expresión,
En la luz y en la noche,
En el alba que trae la claridad;
Existo con los otros,
En la memoria y en el corazón
de todas las personas que me quieren
Y a las que correspondo con mi vida
Que se hace pan por repartirse a todos;
Existo en la oración y nada pido
sino ser, respirar, estar con todos
Y poder pronunciar intensamente
las sílabas gozosas
del amor
(José Luis Puerto)
¡Nos vemos con los ojos del corazón, amigo!
Seguro que será en una nueva Pascua
Reza y cuida de todos nosotros.
Nació en el municipio de Yecla de Yeltes, un 19 de diciembre de 1937 y, allí será en la en Parroquia de San Sebastián de Yecla de Yeltes, en la comarca de Vitigudino, entre petrogrifos y estelas del milenario castro vetónico y su querida Virgen del Castillo, ¡Cuánta historia!. Supongo que Fructuoso realiza sus primeros estudios en la escuela del pueblo, entre los dictados del maestro y las lecturas de la cartilla o de la enciclopedia escolar.
Después de sus primeros estudios, acudirá al Seminario, el menor estaba en Calatrava y el mayor debajo de las Torres de la Clerecía. Allí estudiarán, teología compartiendo espacio, en la recién restaurada Universidad Pontificia (1940), y también filosofía, facultad que se crea en el año 1945, al igual que estudios en lenguas clásicas (se crea la facultad en 1949). La teología que se estudiaba antes del Concilio estaba orientada esencialmente a la educación sacerdotal y al futuro ministerio apostólico, lo esencial no era tanto el saber teológico, sino la formación espiritual y la orientación pastoral.
Su ordenación sacerdotal se producirá en la Catedral de Salamanca el 14 de abril del año 1963, ese día era domingo de Resurrección. Fructuoso tendrá como primer destino la Parroquia de San Pablo en Salamanca, en pleno Concilio Vaticano II, necesario para los desafíos de la Iglesia desde la cultura moderna. Esta novedad del Concilio, seguro que la vivió de primera mano con el nuevo obispo de Salamanca don Mauro Rubio Repullés, que le acompañará como Pastor, padre y amigo.
No debieron de ser años fáciles, dedicados no solo a la labor parroquial, también al estudio y actualización profunda y la recepción de obras de los grandes teólogos, antes no muy bien vistos. Se comienza en esos años a leer las obras de Teihard de Chardin, a filosófos como Bloch, Horkheimer, a protestantes como Bonhoeffer, Cullmann, Tillich o Bultmann, serán después los nombres de H. Küng o Baltasar las lecturas de cabecera, sin olvidar a Rahner o el clásico Romano Guardini.
Fructuoso, realizará su tesis doctorará sobre filosofía de la religión en Ciencia y Cristo del Padre Teilhard de Chardin, dirigida por Juan de Sahagún Lucas, profesor en esos momentos en la Pontificia. En el año 1973, llegará a la Parroquia de la Purísima desde San Pablo, donde ha realizado su labor pastoral durante más de cuarenta años. No solo será la labor pastoral su objetivo, sino la atención a las personas más pobre de la Parroquia, sobre todo el Barrio de San Vicente y el llamado "Barrio Chino", también en Operación Vivienda y en Manos Unidas. Era consiliario de Manos Unidas y miembro de la Comunidad Abba de Fe y Luz, participando de manera activa en la Semana Santa Salmantina.