OPINIóN
Actualizado 22/03/2020
Eusebio Gómez

En estos días me ha llegado el testimonio el testimonio de un médico de Lombardía. El mismo nos cuenta: "Ni en las pesadillas más oscuras imaginé que podría ver y vivir lo que está pasando aquí en nuestro hospital desde hace tres semanas. La pesadilla está fluyendo, el río se está haciendo más y más grande. Al principio vinieron algunos, luego decenas y luego cientos y ahora ya no somos médicos, sino que nos hemos convertido en clasificadores en la cinta y decidimos quién vive y quién debe ser enviado a casa a morir, aunque todas estas personas han pagado impuestos italianos toda su vida; Hasta hace dos semanas, yo y mis colegas éramos ateos; era normal porque somos médicos y aprendimos ciencia, donde se enseña excluir la presencia de Dios; Siempre me reí de mis padres yendo a la iglesia.

Hace nueve días un pastor de 75 años vino a nosotros; Hombre gentil, tenía problemas respiratorios importantes, pero tenía una Biblia con él y nos impresionó que les leyera a los moribundos que acababan cogiéndole de la mano; Al estar todos los médicos cansados, desanimados, psicológicamente y físicamente terminados, cuando teníamos tiempo íbamos a escucharlo ; Ahora tenemos que admitir: nosotros como humanos hemos alcanzado nuestros límites; más no podemos hacer, y cada día mueren más personas ; Y estamos agotados, ya tenemos dos colegas que han muerto y otros están parados; Nos dimos cuenta de que donde termina lo que el hombre puede hacer, necesitamos a Dios y nos comenzamos a preguntar cuándo teníamos algunos minutos libres; Hablamos entre nosotros y no podemos creer que de los ateos feroces hemos venido diariamente para encontrar nuestra paz, pidiéndole al Señor que nos ayude a resistir para que podamos cuidar a los enfermos.

Ayer murió el pastor de 75 años; que hasta hoy a pesar de que tuvimos más de 120 muertos en 3 semanas aquí, todos habíamos acabado destruidos porque el viejo pastor logró durante su estancia aquí traernos una paz que ya no esperamos encontrar. El pastor se fue con el Señor y pronto lo seguiremos. No he estado en casa desde hace 6 días, no sé cuándo comí por última vez, y me doy cuenta de mi inutilidad en esta tierra y quiero dedicar mi último aliento en ayudar a los demás. Estoy feliz de haber conocido a Dios mientras estoy rodeado por el sufrimiento y la muerte de mis semejantes ".

Cuando los Aliados liberaron a los judíos de los campos de exterminio, los soldados miraban a aquellas personas como si fueran sombras, dudando que fueran seres humanos, pues la hambruna y los sufrimientos los habían reducido a piel y huesos. Esto era obra de personas sin escrúpulos, ciegos de corazón.

Muchos de nosotros, desgraciadamente, estamos hartos de ver lo que vemos y no somos capaces de ver con el corazón, porque andamos absortos en nuestros teléfonos móviles o los audífonos de música «pop» y, en consecuencia, no reconocemos la realidad a veces oculta en las cosas que vemos: ni lo bueno ni lo malo.

La fe nos da nuevos ojos, limpios. Ella nos permite ver lo que sin ella no veríamos; nos permite reconocer la presencia de Dios que «pasa» por nuestras vidas; si miramos con fe veremos las maravillas de la gente y del mundo. Cuando el astronauta Yuri Gagarin dijo que, durante su paseo por el espacio, no había tenido la fortuna de toparse con Dios, un sacerdote de Moscú replicó: «Es natural, si no lo ha encontrado en la tierra, no lo encontrará jamás en el cielo». Y es que para ver a Dios en el cielo hay que descubrirlo en la tierra. Desgraciadamente muchas personas teniendo ojos para ver, no ven a Jesús, aunque lo tienen justo delante, pero desgraciadamente, tampoco ven a los demás. ¡Ojalá Jesús nos abra los ojos del corazón!

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