OPINIóN
Actualizado 20/03/2020
Manuel Rodríguez Fraile

Un día de San José sin fallas en Valencia; sobremesas con programas de Saber y Ganar repetidos; fines de semana sin fútbol; calles desiertas y Policía Local o Guardia Civil controlando los movimientos cuando sales a comprar el pan; miradas de reojo cuando se te ocurre toser, en el codo claro está, mientras esperas entrar en un supermercado porque hay cola, y se tiene que respetar la distancia de seguridad; muchos perros y muchos carros de la compra; los medios de comunicación repitiendo con insistencia que nos quedemos en casa; Colegios y Universidades cerrados; gente con guantes y mascarillas; mamparas de metacrilato en los mostradores de los pocos comercios autorizados para abrir al público; etc. Todo ello ha generado un ambiente enrarecido, un paisaje casi fantasmal en pueblos y ciudades que pocos, sólo algunos iluminados, pudieron imaginar. De nuevo la realidad supera a la ficción y nos sorprende generando en todos, extrañas sensaciones, sensaciones desconocidas.

Ya sabemos que no habrá Semana Santa, ni liga europea, ni competiciones de tenis, ni concurso de Eurovisión. No sabemos aún si podremos ir a la playa a la montaña o el pueblo este verano; y otras muchas cosas que, nos gusten o no, formaban parte de la vida cotidiana, de nuestra normalidad, esa normalidad que cuando está presente apenas apreciamos, esa normalidad que aporta seguridad a nuestras vidas y en estos momentos echamos tanto de menos. Y todo por un puñetero y diminuto virus al que el ignorante Presidente de los Estado Unidos llama "extranjero" pero al que, mal que le pese, no podrá expulsar de su país por no tenga papeles o evitar que entre levantando infames muros.

Pero toda catástrofe, y esta situación creo que lo es, suele trae de la mano algunas oportunidades y algunas cosas buenas. Una oportunidad es la de aprender, porque esta pandemia no ha sido la primera ni será la última y es preciso contar para el futuro con protocolos agiles, rápidos y eficaces, con recursos humanos, financieros y materiales, porque es en tiempos de paz donde se deben tomar las medidas necesarias para evitar la guerra. También una oportunidad de ser humildes y asumir que sólo juntos podemos hacer frente a amenazas de este tipo que no entienden de fronteras, religiones, etnias, clases sociales, poder económico o militar. Humildad y sentido común nos hacen mucha falta.

Cosas buenas como la drástica reducción que a nivel mundial se está produciendo en la emisión de gases contaminantes, del número de atracos a viviendas y comercios, de violaciones. Buena noticia es el increíble aumento de la solidaridad ciudadana que, desgraciadamente, siempre viene en tiempos de crisis y no cuando las cosas van bien, cuando se pueden tomar medidas preventivas generales y no iniciativas particulares que, por buenas que sean, tienen efectos muy limitados. Como es buena noticia que prestemos más atención a nuestros mayores, a la gente que malvive en las calles, a los que no puede pagar su hipoteca, el gas o la luz por haber perdido sus trabajos, en definitiva a los más vulnerables a los que olvidadmos cuando reina la normalidad que añoramos. Cosa buena es la recuperación de la vida en balcones y ventadas que muchos han descubierto ahora porque parece que únicamente servían para colocar la bandera cuando jugaba el mundial de fútbol la selección y se han trasformado en lugares de comunicación, de apoyo y agradecimiento vecinal, tambien en patios de butacas para escuchar ópera o en escenarios improvisados de conciertos musicales de todo tipo.

Creo que lo peor y lo mejor de esta pandemia está aún por llegar. El número de personas infectadas y el de fallecido continuará creciendo, también el número de los que consigan superar la enfermedad y, en una fecha indeterminada, comenzará a mejorar la situación y después podremos volver a salir a la calle, aunque habrá que tener precauciones frente a una posible recaída. Pero hoy lo que toca es resistir, no contribuir a sembrar el temor y la desconfianza, el miedo y la discordia, es una buena ayuda y tambien ser agradecidos con todos aquellos que trabajan, y lo hacen en condiciones muy duras, para que lo antes posible nuestras vidas recobren su normalidad.

Stéphane Hessel, escritor y diplomático alemán de origen judío, capturado y torturados en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial afirmaba que: Resistir supone negarse a dejarse llevar a una situación que cabría aceptar como lamentablemente definitiva. Y el que fuera uno de los fundadores de los Estados Unidos, Benjamín Franklin dijo: Pocos son los que tienen el coraje suficiente para reconocer sus fallos, o la resolución suficiente para repararlos. Pues coraje para seguir y resistir porque estamos ante una situación hasta hoy desconocida para todos y aún nos esperan muchas sorpresas tanto buenas como malas. ¡Que la fuerza os acompañe!

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