OPINIóN
Actualizado 14/03/2020
Fructuoso Mangas

El Coronavirus ya le daba nombre al "malo" de aquella carrera de carros hasta la meta en Roma en la tira de Obélix y Astérix firmada por Uderzo el año 2017, como si tuviera idea de lo que iba a venir tres años más tarde. Este virus Covid-19 de ahora es uno de los coronavirus y por decir algo de él se puede recordar que tiene tres "piezas": un elemento RNA que ataca el sistema respiratorio; un grupo de proteínas que le dan mucha capacidad de infección y está rematado por una cápsula exterior como una pequeña corona que le da el nombre desde que lo conocemos.

Fue y es muy contagioso y a la vez muy poco letal y eso nos da pistas para lo que hay que hacer como prevención y curación. Los que saben de este virus y las autoridades competentes deben decidir en cada momento las medidas generales que siempre habrá que observar con cuidado y rigor, pero además en todo esto tú y yo somos decisivos. Y nuestras medidas personales son las más efectivas. Lo sabemos y las sabemos, pero quiero subrayar esto y luego, si cabe, algo más.

Tú y yo podemos tomar decisiones enormemente eficaces: tocar lo menos posible a cosas y a personas, lavarte las manos con frecuencia según tu actividad y tus cambios de lugar, si no es necesario no salir de casa y nunca acudir a lugares cerrados con presencia de varias personas, mantener la distancia aconsejada, tomar el sol y evitar aglomeraciones; no recurrir ni llamar al hospital, hay teléfono especial; no hacer caso de los falsos remedios que andan por ahí ni de nada fuera de tono y de racionalidad. Sanidad y la Junta son los que saben los que dicen y son los que deciden. Y en todo caso vale el viejo consejo latino: Nec temere nec timide, ni temeridad ni temor. Ni sola gripe ni negra peste, sino todo lo contrario.

Tú y yo podemos poner sentido común y sensatez, quitar pánicos y crear responsabilidad, sin aspaviento alguno pero con cuidadoso seguimiento de las normas propuestas. No es el fin del mundo ni de nada, lo hemos vivido antes en situaciones parecidas, últimamente con la peste porcina o la gripe aviar o las vacas locas o la gripe A y similares; y superados los momentos críticos con algo de madurez ciudadana y no sin pérdidas en muchos campos de nuestra actividad, habremos vuelto a la vida normalizada. Sin olvidar que según el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) en la temporada de gripe 2017-2018 murieron por ella en España 15.000 personas y sin olvidar tampoco que la cuestión de fondo es de dónde salió el virus Covid-19 hace medio año más o menos y si fue por error o por algún interés.


Tú y yo podemos aprender además alguna lección ya sabida, pero que ahora la repasamos en vivo: la debilidad de lo que somos, la humildad y el realismo que nunca debemos olvidar, la comprobación de que somos más iguales de lo que pretendemos con nuestras desigualdades, la sensación de aislamiento y hasta rechazo que sienten desde siempre muchos humanos cuando miran al norte o a los instalados en el sistema. Y una sensación difusa y desagradable de que somos ridículamente frágiles y quebradizos como una tejuela de barro cocido. Ah, esto es como una edición especial e inesperada de la cuaresma cristiana; si eres creyente, aprovéchala.

Tú y yo podemos aprovechar la ocasión y descubrir, o volver a hacerlo y mejor, la irracionalidad y falta de realismo de cualquier orgullo por raza, estatura, religión, ideología o color de la piel o lo que sea; da gusto que ante un virus todos seamos casi prácticamente iguales y tú y yo podemos pedir y esperar fervientemente que no salga una vacuna sólo al alcance de los que puedan pagarla. Nunca se sabe.

Tú y yo podemos ser capaces de no aceptar y menos promover ni una pizca de miedo ni un miligramo de pánico o de arrebato social; al contrario, equilibrio, información fiable, confianza en el sistema y siempre una implicación positiva y prudente. El apocalipsis ha sido siempre una huida de discutible utilidad ante tiempos con dificultades.

Tú y yo acabaremos descubriendo la capacidad que tenemos para la cooperación, para el esfuerzo compartido y para la solidaridad a bote pronto y a bote bien pensado según la ocasión lo requiera y los demás lo necesiten; se despierta una especial sintonía y cierta complicidad que antes no se detectaba. Y hasta se disfruta del pequeño gozo personal de hacer bien las cosas y estar así unido a muchos al hacerlas juntos para alcanzar la salida. Y hasta puede ser que se nos acaben algunas prisas y tengamos que aprender a negociar el tesoro de cierta soledad y esa maravilla del tiempo sin ocupación urgente.

Tú y yo vivimos un momento especial para nuestro mundo y tenemos que estar a la altura. Nada menos.

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