OPINIóN
Actualizado 13/03/2020
Juan Robles

Los gobiernos, especialmente los de la Comunidad Europea, están tomando provisiones

El actual brote de enfermedad por coronavirus (COVID-19) fue notificado por primera vez en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019. Llevamos ya, por tanto, un recorrido de dos meses y medio. En este momento, los países más afectados son China, Corea del Sur, Irán e Italia.

Se llama coronavirus por tener un aspecto de virus coronado. Se contagia rápidamente y se manifiesta con fiebre alta, dolores de garganta y, sobre todo, afecciones respiratorias. No se dispone de ningún remedio ni vacuna, a pesar de ser similar a otros virus anteriores, pero es una cepa evolucionada, quizá por trasmisión a través del algún tipo de animal desconocido.

Mientras el fenómeno estuvo recluido en China, apenas suscitó algún mínimo interés. El problema se agravó cuando el contagio saltó a otros países de oriente, como Corea, pero sobre todo a algunos de occidente y de oriente medio, concretamente Irán. El sobresalto fue mayor cuando se dio una rápida y amplia difusión en la cercana Italia, Desde allí el contagio llegó a nuestra España.

Esta difusión se fue dando con gran desconocimiento y muchas veces con buen número de noticias de grave desorientación o engaño. ¿Informaba China con veracidad lo que estaba ocurriendo? ¿Se podría haber producido el virus intencionadamente por intereses de algún país o de alguna institución económica? ¿Se difunde por el aire? ¿Se necesitará careta para protegerse? De hecho, las caretas se agotaron rápidamente en las farmacias y comercios que las vendían.

¿Cómo se podrá dar remedio a la enfermedad producida por el virus, que afecta fundamentalmente al aparato respiratorio, o al menos cómo se podrá prevenir o ralentizar el contagio por este tipo de virus?

La difusión del virus se da fundamentalmente por contacto directo o a través de otros instrumentos o personas. Por eso, se ha de cuidar el no tener contacto con los contagiados. Y, por ello, las autoridades sanitarias procuran poner en cuarentena a los que ya están contaminados por el virus y procura aislarlos, sobre todo, del contacto con personas mayores afectadas por otras enfermedades, especialmente las respiratorias. Éstas son las más propensas a terminar en fallecimiento.

Las autoridades prohíben movimientos de y con los lugares en los que se encuentran ya grupos de contagiados por el virus. Y se prohíben encuentros masivos, celebraciones o manifestaciones deportivas en lugares cerrados o en disposiciones de proximidad o cercanía que favorecen el contagio.

El tratamiento técnico para atender la enfermedad y suavizar el estado de debilidad y evitar la muerte es relativamente fácil. El problema es que se acreciente el número de enfermos y no se pueda llegar a atenderlos debidamente a todos. Por eso, ahora se trata de ralentizar lo más posible los contagios por este virus. Si no, los servicios médicos se verán ampliamente desbordados y hasta colapsados.

En Salamanca, y en general en Castilla y León, tenemos todavía la suerte de estar afectados por muy pocos enfermos por este virus. Sin embargo, se toman las provisiones de restringir el acceso a las residencias de mayores o a los centros de día de los mismos. Igualmente se prohíben concentraciones de gran número de personas, y se pide que se cancelen acontecimientos deportivos o culturales.

Y también se cierran por algún tiempo, generalmente por catorce días que se consideran suficiente tiempo de cuarentena, las escuelas, colegios y universidades. Igualmente se clausuran algunas celebraciones religiosas, que pueden afectar a las tradicionales y turísticas procesiones de la Semana Santa.

Todas estas provisiones, y el desconocimiento del alcance del contagio por coronavirus, está creando problemas de miedo y hasta pánico, que en algunos casos lleva a aprovisionarse en centros de alimentación por si se prohíbe salir de casa.

Y la situación afecta a las familias, que tienen problemas de atender a los hijos que se quedan sin escuela, pero sobre todo afecta a la economía especialmente de los servicios hoteleros y otros, y también a las empresas, que pueden sufrir bajas de sus trabajadores por enfermedad o por miedo, y también pueden sufrir deficiencias de elementos o repuestos para la elaboración de sus productos.

Los gobiernos, especialmente los de la Comunidad Europea, están tomando provisiones para echar una mano a las empresas o a los sectores más débiles y afectados. Y la fiesta sigue, la crisis continúa. Ojalá termine pronto. Se prevé que dure todavía al menos dos meses o dos meses y medio.

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