OPINIóN
Actualizado 08/03/2020
José Luis Puerto

Una de las identidades de todo el movimiento moderno, que hunde sus raíces ya en el siglo XIX, es la de la lucha de las mujeres por su emancipación. Debido a ella, la mujer se ha ido haciendo cada vez más visible en las sociedades contemporáneas, sobre todo en las occidentales, con todas sus potencialidades, propuestas, identidades y demás elementos que ha ido poniendo sobre el tapete de una contemporaneidad, cada vez más marcada, también, por lo femenino.

Pero aún hay muchos techos de cristal, en tantos y tantos campos, en tantas y tantas áreas, colocados sobre la mujer, por unas sociedades que aún son excesivamente masculinas y que están planteadas desde las perspectivas dominantes de los hombres, que no ceden fácilmente sus posiciones de privilegio en todos los campos.

Por ello, que se haya elegido un día de marzo, el ocho, como fiesta de las mujeres, con un carácter que necesariamente ha de ser reivindicativo, supone una perspectiva de avance. Es un hito más, entre otros muchos que habrán de ser colocados en la andadura histórica de la liberación de la mujer, que ha de ser celebrado por todos. Porque esta celebración de las identidades)y reivindicaciones de las mujeres ha de ser una fiesta de todos, también de los hombres, de todos los que abogamos por esa dignificación necesaria de todos los seres humanos.

Vivimos en sociedades demasiado masculinizadas, en todos los sentidos (políticos, sociales, económicos, culturales, de usos y costumbres). Y ha llegado el tiempo ya ?desde los postulados del movimiento moderno? en que nuestras sociedades han de ser feminizadas, con todo lo que ello supone.

Porque, solo a partir de tal dinámica, terminaremos logrando sociedades más equilibradas entre lo masculino y lo femenino, sin predominio de ninguna de ambas perspectivas. Y hacia ese ideal todos hemos de arrimar el hombro.

Porque, no nos engañemos. Todos tenemos claro ?desde la perspectiva individual de cada cual? que la función y el papel de la mujer en nuestros ámbitos familiares, locales, reales del día a día, es mucho más importante de lo que socialmente se quiere reconocer.

Y la mujer sostiene la sociedad, sostiene el mundo, hoy, en nuestras sociedades, en ámbitos tan variados y diversos como el familiar, educativo, sanitario? y tantos y tantos servicios más, que no vamos a enumerar ahora. Y, eso, a base de sacrificios y dificultades miles, que no encuentran los hombres en sus profesiones y tareas.

Estamos casi en el principio. Queda muchísimo por hacer, en unas sociedades masculinizadas aún en alto grado. Un cambio de perspectiva pasa por la educación, entre otras herramientas, y es más lento de lo que pudiera parecer, tardará aún varias generaciones.

Pero hoy la de la mujer, en este marzo anunciador de la primavera y de un tiempo nuevo, ha de ser una fiesta de todos.

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