Desde el momento en el que jugaba con Ponys y no con Nenucos, la propia Rocío García y su familia tuvieron claro que estaría vinculada al mundo de la naturaleza durante toda su vida
Desde el momento en el que jugaba con Ponys y no con Nenucos, la propia Rocío García y su familia tuvieron claro que estaría vinculada al mundo de la naturaleza durante toda su vida. Y así ha sido. Aunque estudió Ingeniería Agrónoma y sabe lo que es trabajar en un despacho, sacar una oposición y vivir en el extranjero (Madeira, Frankfurt e Inglaterra), desde la jubilación de su padre, se entrega por entero a sus más de 400 cabezas de ganado que suman entre vacas, cerdos, cabras y ovejas y ha multiplicado por cinco la explotación.
Su ritmo de trabajo es agotador, pero asegura que es reconfortante el trato con los animales: "me gusta tratarlos bien, son los que están conmigo todos los días y son súper sensoriales, solo con tu tono de voz, reconocen tu humor". Comienza cada día temprano en su finca de Villarmayor y prosigue con las tareas de campo en la que tienen cercana a Ledesma. Cuando termina, también tiene tiempo para el ocio, dedicarse a ella y a sus amigos.
Asegura que, a pesar de trabajar en la "oficina más bonita del mundo", es una profesión "muy dura" y el hecho de ser autónomo es quizá la parte más negativa de todo, según explica: "ser autónomo en este país es horroroso, creo que no se trabaja lo suficiente en cambiar la situación y es realmente alarmante". Rocío afirma que el campo es un "pozo sin fondo" y "la gente que trabajamos en él vivimos con incertidumbre a no ser que tengas un margen de ganancias muy elevado. Pero bueno, sí se puede vivir de esto".
Cuenta que solo al principio de su 'aventura' en el campo se sintió algo discriminada por ser mujer: "un día, después de haber cerrado yo misma el acuerdo con el hombre que traía la paja a la finca, cuando descargamos, recuerdo que solo se dirigía a mi padre para hablar. Terminé por decirle que si no me miraba, no iba a pagarle". A pesar de experiencias como estas, a Rocío siempre le ha costado pensar que existe el machismo y prefiere pensar que es "falta de educación", puesto que según asegura: "te encuentras situaciones de este tipo pero quien realmente se pone en ridículo es el hombre, a mí no me preocupa en absoluto".
Reconoce que el "esfuerzo físico es vital en esta profesión y en eso estamos en desventaja con los hombres, está claro, pero vale más maña que fuerza. Si en vez de hacer un viaje con pienso, tengo que hacer dos, no es problema. La profesión de ganadera no consiste en dar una vuelta a caballo, sino en tener callos en las manos". Rocío da mucho valor a la gente trabajadora afirmando que "lo único que me produce envidia en este mundo es una persona trabajadora, no me gustan los vagos. Yo me esfuerzo cada día en el campo y estoy orgullosa de ello".