OPINIóN
Actualizado 06/03/2020
Juan Robles

Motivados por la fe que nos conduce a la fraternidad con todos los hombres, la solidaridad se convierte en auténtica caridad o práctica del mandamiento del amor

Hace algunos días pude seguir en la radio una mesa redonda que tomaba en cuenta la necesidad de la solidaridad en nuestro mundo de hoy. Y en un momento determinado uno de los contertulios subrayó que la solidaridad es algo más y más adecuado que el ejercicio de la caridad. Se veía la caridad como un ejercicio inútil y hasta injusto, reduciéndolo a prácticas limosneras de sentido paternalista.

Desgraciadamente esta visión de la caridad es bastante corriente en nuestro mundo de hoy. No se entra en la profundidad del tema y se toma una actitud despreciativa de la caridad cristiana o de cualquier otra religión. Por desgracia es un sentimiento bastante generalizado y que necesita una seria clarificación. Sin olvidar que muchas veces los mismos cristianos hemos dado pie, con nuestras prácticas incorrectas, para que prospere este concepto inadecuado de la virtud de la caridad.

Esta virtud puede ser confrontada con los conceptos de solidaridad y de justicia. La solidaridad es una virtud humana que tiende a remediar las necesidades que tienen algunas personas ?-muchas desgraciadamente? a cuya situación es preciso acudir para remediarlas. La solidaridad viene a ser una virtud humana y secular que puede practicar cualquier persona, incluidos los cristianos.

En el caso de los cristianos, si nos sentimos motivados por la fe que nos conduce a la fraternidad con todos los hombres, la solidaridad se convierte entonces en auténtica caridad o práctica del mandamiento del amor. Otro concepto bastante desfigurado por los distintos tipos de amor que se conocen, y que muchas veces se ven reducidos o contaminados por la concepción del amor afectivo-sexual.

La relación de la caridad con la justicia merece la pena ser también clarificada. Desde luego que la justicia nos compete a todos y todos estamos obligados a defenderla y practicarla, incluidos por supuesto los cristianos. La defensa y el ejercicio de la justicia obliga a todos los hombres y está en la línea de la promoción de los derechos humanos.

Para los cristianos, sin embargo, la justicia es una virtud básica que también han de practicar o comprometerse con ella, aunque tengan detrás motivaciones superiores orientadas por la visión cristiana del hombre y de las virtudes que nos relacionan con Dios y con todos los hombres. De hecho, se considera una de las grandes virtudes morales que los cristianos han de poner en práctica: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

La práctica de la justicia puede mostrarse como un ejercicio frío y que a veces resulta impracticable. En esos casos, la justicia resulta imperfecta y puede ser superada por la práctica de una correcta caridad. La justicia, en efecto, suele definirse como dar a cada uno lo suyo. Pero ¿qué es lo suyo en cada momento? La caridad, en cambio, no necesita más que conocer las necesidades, o incluso los deseos, de cualquier persona o grupo humano. Y el amor, que es gratuito, si es verdadero, siempre estará dispuesto a remediar a los de cerca y a los de lejos con verdaderos y auténticos gestos de caridad.

El Papa Benedicto XVI escribió su primera encíclica dedicada al amor, la caridad, la justicia y el desarrollo. La titula "Deus caritas est", Dios es amor y fue publicada en el año 2005.

En la Introducción el Papa recuerda que la caridad es «la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia». Y, considerando el «riesgo de ser mal entendida o excluida de la ética vivida», advierte que «un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales».

Dedica incluso expresamente los números 26 a 29 a explicitar las relaciones entre "Justicia y caridad". Y, después de explicar el compromiso de la Iglesia y de los cristianos con la promoción de la justicia, determina que "El amor ?caritas? siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo".

Espero haber contribuido en algo con esta reflexión al conocimiento de la relación entre la caridad y la justicia, y ojalá anime a alguno a introducirse en la lectura de la encíclica del Papa Benedicto XVI "Deus caritas est". Y ojalá también estemos todos dispuestos a comprometernos en el ejercicio de la caridad bien entendida y de la justicia, tan necesitada hoy.

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