OPINIóN
Actualizado 05/03/2020
Luis Castro Berrojo

El pasado sábado pudimos asistir a un emotivo acto de homenaje a algunas víctimas del franquismo; concretamente, al de los condenados en consejos de guerra durante y después de la Guerra civil. (El estado de guerra decretado por los golpistas en 1936 se mantuvo hasta 1947 y la jurisdicción militar para delitos "políticos" duró hasta 1963, momento en que fue sustituida por el Tribunal de orden público. Recordemos que todavía ese año Julián Grimau fue torturado y ejecutado por delitos supuestamente cometidos durante la guerra).

La asociación Salamanca Memoria y Justicia (ASMJ) viene haciendo una loable labor de resignificación de lugares públicos para recuperar la memoria de esas víctimas. Son ya varios los lugares de la provincia donde se han colocado monolitos o lápidas y en la capital destacan los memoriales del cementerio: uno en el extremo N.O., donde antiguamente estaba el cementerio civil, y otro en el exterior, en el muro donde se hacían las ejecuciones. Ahora, en la plaza de la Concordia, que ocupa el solar del antiguo cuartel de infantería ?donde se llevaron a cabo los consejos de guerra? se ha inaugurado un monolito con una placa de recuerdo, con lo que se completan simbólicamente los citados memoriales.

Estamos hablando de la represión "judicial", esto es, la ejercida por las jurisdicciones especiales de la dictadura (tribunales militares, de responsabilidades políticas, de represión de la masonería y el comunismo, de orden público y comisiones de depuración). Obviamente, para quienes ignoran este asunto, conviene recordar además la violencia extrajudicial, que tuvo su mayor expresión ?no, desde luego, la única? en los asesinatos hechos en "paseos" y sacas, generalmente por obra de piquetes de falangistas o de guardias civiles y sin previo trámite ni juicio alguno. Sus víctimas, sobra decirlo, merecen la misma consideración memorial que los ejecutados por una "justicia militar" que no era justicia. El resultado del acto criminal en un caso y otro viene a ser el mismo, con la única diferencia del que en el primer caso hay constancia documental y en el otro por lo general no. (Además, esa documentación suele indicar el lugar de inhumación, cosa que no ocurre con las otras víctimas, muchas de ellas aún yacentes en ignominiosas fosas comunes). Hablamos en total de más de mil víctimas mortales en la provincia de Salamanca ?donde no hubo guerra propiamente?, de los que la ASMJ tiene constancia nominal.

Por otra parte, la ASMJ digitalizó hace años los expedientes de los consejos de guerra de la provincia de Salamanca en el archivo militar de El Ferrol. Una labor de años, hecha con subvención del Ministerio de la Presidencia, que ha dado lugar a un archivo digital con alrededor de un millón de imágenes. Quizá sería de interés que los docentes de la USAL promovieran trabajos de investigación en torno a esos documentos y que, más en general, esta institución se comprometiera más con la memoria democrática. Como mostró hace años Angel iglesias con su obra "La represión franquista en el Sudoeste de Salamanca", se pueden obtener resultados notables con esa investigación.

No olvidamos encomiar el apoyo que el ayuntamiento de la ciudad ha dado para la colocación del monolito, ni la presencia del Sr. alcalde en su inauguración. Con ella y con sus palabras vino a mostrar que el compromiso con la memoria histórica es y debe ser una cuestión asumible por el conjunto de una ciudadanía democrática y responsable.

Pero es solo un paso más. Quedan labores pendientes; sin ir más lejos, el movimiento memorialista viene pidiendo hace años la anulación de las sentencias de esos tribunales especiales, como ha ocurrido en otros países donde también han padecido dictaduras represivas.

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