OPINIóN
Actualizado 04/03/2020
José Amador Martín

Extendida luz sobre los valles

en la noche de los paisajes,

en la dulzura de los pétalos

rosados de la lluvia primaveral

que acerca nuestros pasos;

Heraldos y testigos

de la primavera,

halito del sueño,

lejos, las nieves

sobre los cerros del invierno.

Y solos, en la memoria

del siempre y del ahora,

como recuerdos y vida,

que amo desde siempre.

Brilla la noche bajo la luna

en el valle cautivo,

constante en la mirada,

vigilantes los ojos,

brillante como el río

que crece en la montaña,

y por el cielo

una melodía extensa de luz,

alma en cada nota

única y cercana.

El viento vigila las ramas

de los árboles

agita sus flores,

que son las pasiones

que animan el mundo,

renacer de pétalos,

paz dulce

íntimamente unida al embrujo

mágico y eterno

de la noche que no tiene fin.

Junto a las chimeneas

el olor a ese humo y a manzanas de alcobas

de gloria coronada,

en la costumbre de la tibia soledad

donde el silencio crece

con el fuego encendido

Siento mi alma, en este paisaje,

coronada de flores,

junto a los almendros

como un llanto de pétalos

que volaron lejos

con la primavera,

sombra de luz

al pensar que te fuiste.

En los valles aún la niebla

del invierno que muere.

II

Tocar la luz, tal vez acariciarla

o dejarse acariciar por ella

ver como se desliza entre las cosas

y se va abrazando a los objetos

que dan sentido a nuestra libertad,

cuando el sol pone cetro al Universo.

Contemplar esos días luminosos,

es hacer visible lo invisible

y ver en lo invisible lo visible,

es amar el día y ver llegar la noche

en el atardecer que nos descubre

con la lentitud que transcurre el infinito.

La mirada llena de luz

golpea la memoria como un destello

de lo sagrado

y los lugares son una página luminosa

abiertos a las miradas y a los ojos

que quieren penetrar los secretos,

recintos de los paisajes silenciosos,

atravesados por el tiempo

que en el devenir cotidiano

son huella de lo eterno,

en estos valles de luz,

resplandeciente crisol donde cada cual

refiere su hermosura

y encuentra el sentido que la ilumina.

Entra conmigo en este bosque

de nuestros amados recuerdos,

dejemos que llegue el alba,

siente la vida al crecer la mañana,

los espacios de la luz y las sombras

en este tiempo tendido de relojes,

cuando nacen las luces

y quedamos atrapados en la memoria,

sobre el hecho diario de sentirnos.

Entra en este valle, silencioso

que cubre la niebla

sobre los almendros, símbolo

del sueño que renace,

cuando mueren las sombras

de nuestros cuerpos, el último invierno.

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