Tranquilos, amigos, este artículo, con la importancia del trance por el que pasa el mundo, no va a referirse al coronavirus. Estamos suficientemente informados. Tiempo atrás tampoco hicimos mención de la carne mechá o del ébola. Sigamos las instruccione
Pero esta columna se titula "esos otros virus", y un virus del que se habla mucho es el presunto virus "Willy Toledo". Un virus con poco esplendor, ya que, por fortuna, la Constitución y la Inquisición no tienen nada en común, con lo que el señor WT deberá buscar otro tipo de suicidio. Su filosofía ("me cago en Dios y en la Virgen") es de recorrido tan corto, que no terminará creando escuela.
Si acaso, su gran éxito sea haber entrado como pollo sin cabeza en un pensamiento metafórico unamuniano, quien dijo que "los españoles no hemos tenido suficiente fe para producir herejes". Así que, por favor, a este columnista déjenle entrar con humildad en el "unamunismo" y sepárenle del "willytoledismo". Esto me aburre.
Otro virus es el "martínez-almeida". ¿Por qué hemos de merecer esto? Me niego a creer que el cordón sanitario entre la izquierda y la derecha sea aquel poeta que habiendo sacado poesía desde sus entrañas nos siga emocionando una y mil veces desde que lo murieran hace casi ochenta años.
Por último, el virus bueno, ese del que no puede rehuir un político, o sea, el del diálogo, yo se lo quiero preguntar a ustedes: "¿de qué viven Aznar o González si no es de la palabra?". Si un político no dialoga, ¿para qué lo necesitamos? ¿No se dan cuenta que sentarse en una mesa para negociar no es rendirse?
Tantas veces pueden los independentistas pedir la autodeterminación, como la Constitución legitimar al Gobierno para no entregarla. Mientras, convivamos y algo se sacará en común.
El Sr. Rufián se abstuvo en la investidura del Sr. Sánchez para que la ultraderecha no creciera en unas terceras elecciones. Y lo argumentó con la fábula de Samaniego sobre el gato, los ratones y el cascabel. Por supuesto, el gato venía arrasando hasta los confines de Ciudadanos.
A nosotros nos gusta Samaniego, Sr. Rufián, y personalmente usted nos cae bien, es ingenioso, pero algunas fábulas de Esopo (de la Grecia antigua, 600 a.C.) no están nada mal. Aquí le dejo una. Léala y colabore. Es aquella de las manos, los pies y el estómago:
"Envidiosos los pies y las manos de las ventajas del estómago, le acusaron de que ellos trabajaban de continuo mientras él pasaba la vida en perpetua holganza; comíase el fruto de sus trabajos y afanes; regocijábase con todos sus provechos y ganancias. Por tanto, le dijeron: 'una de dos, o aprendes un oficio que dé para mantenerte o te dejaremos morir de hambre'. No teniendo el estómago qué comer, les pidió ayuda, no una sino varias veces. Negáronsela durante largos días, y, como es natural, perdiendo su color, desfallecido y muerto de sed, vino a punto de acabársele la vida. Viendo las manos y los pies ese estado en el que se encontraba y que a ellos también alcanzaría la muerte, se apresuraron a traer viandas y manjares en abundancia, pero no pudiendo aprovecharlas ya el estómago, se murió, y con él murieron a la par las manos, los pies y todo el cuerpo".
La moraleja no necesita explicación, Sr. Rufián.