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En el bar de Emilio no se disfraza nadie. Eso queda para los niños, dice con frecuencia el camarero. Yo no le creo. La mitad de los parroquianos van disfrazados de demócratas. Exigen derechos, pero no para todos, no para todas. Reivindican libertades, pero no para todos, no para todas. Votan a Vox, ocultando sus odios tras un disfraz de urna y pasado blanqueado.
En el bar de Emilio hay decenas de disfrazados, pero estamos tan acostumbrados a sus trajes y a su mascarada, que beben inadvertidos junto a nosotros.