Los cristianos acuden a la iglesia especialmente en los días en que se da algo, aunque sea ceniza
La ceniza es el producto de la combustión de algún material, compuesto por sustancias inorgánicas no combustibles, como sales minerales. Es la definición técnica. Como estamos rodeados de combustiones por todas partes, estamos habituados a relacionarnos con la ceniza todos los días y a todas horas.
Las cenizas suelen tener un color más o menos blancuzco o grisáceo. Y la apariencia es a veces similar a la del polvo, producto de otras actividades naturales o artificiales. El polvo está normalmente próximo a la tierra que cubre el suelo que pisamos.
Nos anima hoy a hablar de la ceniza el hecho de la proximidad del miércoles de ceniza. Al imponer la ceniza, una de las fórmulas que suele emplearse es precisamente esa: "Polvo eres y en polvo te convertirás". ¿Polvo o ceniza? El polvo lleva consigo una cierta carga de profundidad.
De hecho, la biblia, a la hora de narrar la creación del hombre, nos dice que Dios creó al hombre del polvo de la tierra. Y nos viene a comunicar la debilidad del hombre si no está abierto a recibir el soplo de Dios que introduce en el cuerpo humano el alma o espíritu que comunica la vida. Por eso es adecuado recordar en el miércoles de ceniza, al comenzar la cuaresma, que procedemos del polvo de la tierra y que hemos de reparar las devaluaciones de nuestro ser personal como fruto del olvido de Dios o como consecuencia de la comisión de pecados que hemos de reparar.
El rito de la ceniza que hoy recibimos tiene un origen histórico hoy ya desvirtuado. En sus orígenes, los pecadores públicos, al confesar o reconocer sus pecados, tenían que hacer un tiempo de penitencia a la puerta de la iglesia revestidos de saco y rociados con ceniza en la cabeza. Sólo después de haber cumplido el tiempo de penitencia impuesto por el confesor, podían entrar de nuevo en la iglesia y unirse a la comunión de la eucaristía con el resto de los creyentes, que ya habían sido perdonados antes de sus pecados.
Esa práctica histórica inicial es la que resulta recordada y actualizada en el miércoles de ceniza, en el que nos reconocemos pecadores y tratamos de purificarnos de nuestros pecados a lo largo de los cuarenta días de la cuaresma. Después, nos uniremos al triunfo de la comunidad cristiana en la gran Vigilia de la Pascua, en la que la victoria de Cristo a través de su pasión ya nos ha purificado y nos ha hecho participar del triunfo de su gloria.
Los fieles cristianos suelen acudir en abundancia a recibir el rito de la ceniza. Quieren experimentar los resultados del saberse perdonados o de la capacidad de ser redimidos del mal del pecado y de las consecuencias de los mismos pecados.
Permítaseme, en medio de la seriedad del tema del que estamos tratando, comentar un chascarrillo que solemos recordar los sacerdotes en nuestra práctica pastoral. Solemos decir que los fieles acuden a la iglesia especialmente en los días en que se da algo, aunque sea ceniza. Como ocurre también en el domingo de Ramos, en que se bendicen y se distribuyen los ramos de laurel o de otros árboles.
Pero el momento y la práctica del miércoles de ceniza nos da una buena oportunidad para considerar la importancia de nuestros muchos pecados, sean los nuestros propios o los de nuestra comunidad, o incluso de otras comunidades: asesinatos, robos, desfalcos, cuentas bancarias en paraísos fiscales, trampas para evitar pagar el IVA o los impuestos de todo tipo. Pongamos también los abusos sexuales, la trata de personas, los abusos de consumos innecesarios habiendo tantas personas que mueren de hambre, abuso de poder, trampas o mentiras en la comunicación, las facenews o noticias falsas, etc., etc., etc.
Si hoy hubiera que hacer penitencia a las puertas de las iglesias con ceniza y saco o sayal, no sé si quedaría sitio para poder entrar en la misma iglesia. No se nos pide ahora hacer el rito externo, pero sí se nos pide hacer penitencia, ayunos, abstinencia y los diversos modos de manifestar nuestro arrepentimiento y deseo o propósito de conversión o cambio de vida.
Habremos de poner en práctica un cambio de vida, que sea una vida simple, una vida de solidaridad con los más pobres. El miércoles de ceniza se nos invita a guardar abstinencia y ayuno, a encontrarnos con Dios, a quien ofendemos con nuestros pecados, y a que lo hagamos sobre todo por los medios de la oración y los sacramentos. Pero también se nos invita a practicar la solidaridad con nuestros hermanos los hombres, especialmente los pobres y los más necesitados.
De la ceniza material ordinaria, al consumo de lo que espiritualmente nos sobra o podemos compartir con los demás. Revistamos nuestro corazón de saco y ceniza.