Venía a casa desde la plaza del Boal y una señora emperifollada le dice con ironía a otra: hablan del cambio climático, de que sube la temperatura, y mira qué frio hace. Lo mismo decía mi tía en mi pueblo de Galicia en invierno. Y no conseguía hacerle ver que uno se refiere al planeta en conjunto, que se derriten los polos, que la temperatura media global aumenta, todo eso. Era imposible.
Esas señora emperifolladas que leen la prensa llena de tinta hablan desde su aldea, no son capaces de salir de ella, no ven más allá de su calle ( y eso a veces si no contradice su concepto de siempre). De milagro que la señora ve a su amiga, en realidad no la ve, la supone. Cómo les haces ver que hablamos del planeta, del globo, en realidad no saben lo que es un planeta, lo que es un globo, solo saben lo que tiene la tienda de la esquina, lo que dice el párroco los domingos.
Y el aldeanismo crece cada vez más en el mundo, mucho internet, mucha economía global, mucho viaje (bueno, en realidad, ya se viaja cada vez menos, y si se viaja es como un borrego en un grupo, o se va a las ciudades a visitar la rana de cada ciudad, y cosas de esas, en realidad no se ve nada, pero incluso físicamente cada vez se viaja menos, las fronteras se endurecen, las miradas se cierran), pero cada vez somos más aldeanos, no vemos más allá de nuestro prado (como en aquella película irlandesa "El prado"), no salimos más allá de nuestra parroquia, y de la homilía de los domingos, y de nuestras convicciones inamovibles como el pan duro.
Señora, que el aire circula, que el aire va por todo el planeta, que puede hacer frío aquí pero se deshielan los polos, que usted come hornazo pero en otro sitio comen chocolatinas, puede usted tener el broche muy bien puesto, pero no ve más allá.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR Grant Wood: Gótico Americano