Los que habitamos la ciudad nos hemos acostumbrado tanto a ella que muchas veces pasamos al lado de sus edificios, paseamos por sus calles, entramos en sus monumentos, la recorremos a lo largo y a lo ancho y apenas nos encontramos con ella. Los itinerarios que de ella trazamos son tan previsibles, que excluyen la sorpresa y muchas veces pensamos que la conocemos porque creemos reconocerla por sus perfiles o por su trazado pero somos poco atentos a los valores poéticos, a la realidad histórica que sostiene su memoria. Es necesario, pues, volver a inventar la ciudad, hacer que la ciudad sea real, ciudad que emocione y conmueva, para cada uno quedará la tarea de mirarla con ojos nuevos, hacer de la ciudad una propuesta estética y pasear por ella como si fuera la primera vez.
Quien se interne por sus calles encontrará, los distintos paseos que siguieron los paseantes que la recorrieron, que forman parte de la historia del pensamiento, de la mano de algunos de sus autores más inspirados. Sus edificios las inscripciones de sus muros, sus fachadas son mensajes referidos a la experiencia de vivir, y de sentir la ciudad. De tal modo que a la sorpresa visual de un centro histórico, sigue de forma natural la reflexión y la palabra suscitada por la lectura de los mensajes escritos en sus muros que aguardan al paseante. En todos ellos encontraremos una invitación inequívoca a vivir la vida como una oportunidad extraordinaria de realización personal, que exige percepción y acercamiento a partes iguales.
Para recorrer esta Ciudad que día a día tenemos que inventar, nuestro punto de partida no podía ser otro que la Plaza Mayor, convertida en pulso de la ciudad, encuentro de culturas y de personas, centro-guía de las distintos recorridos de ésta. En ella encontraremos, además, un guiño a la ciudad, una forma de interiorizar en nosotros las diferentes ciudades que en ella existen. Salamanca así al recorrerla se convertirá en un mensaje abierto a la poesía y a la historia, al sueño y a la imaginación. De algún modo se hace necesario que reinventemos la ciudad para volver a la proposición inicial de encontrarnos con ella cuando la paseamos y la vivimos, haciéndolo desde nuestro propio interior.