El presente artículo debería titularse "Los hombres paradójicos", pero con este último titular ya existe una novela de Charles L. Harness de los años cincuenta del siglo pasado y, sin ser mala, pienso que a su título debe gran parte del éxito. Precisament
Pero, si lo desean, olvídense de la novela, pues la columna de hoy no tiene que ver nada con el argumento, aunque nos siga gustando, y mucho, el encabezado. No podíamos dejar un título así olvidado en el estante. La ortodoxia periodística nos obliga a ser concisos en el titular y ceñirlo lo más posible al tema. Este era nuestro titular y esta la única manera de no mutilar una columna que persigue, como la de cada día, ser mejor que la anterior.
Y claro, servidor que hoy va a escribir sobre nuestros políticos paradójicos y sobre la sufrida gente del campo -asunto este último de candente actualidad- decir que las paradojas se siembran y se recogen no es ninguna boutade.
Existen paradojas famosas que son fuente inagotable con las que muchos autores ilustran sus escritos. Está bien que lo hagan, pero no las vamos a buscar puesto que no queremos salir del ámbito enunciado (políticos y labradores).
Así, por llamativa y sin gran esfuerzo memorístico, enseguida recordamos la protagonizada por Verstrynge, el político "camaleónico" de gran preparación que, siendo secretario general de Alianza Popular, salió desde la derecha hacia las filas del PSOE (aunque no disfrutó de ningún cargo) y hoy presuntamente se encuentra en Podemos superando al partido con ideas antisistema.
El caso anterior quedará como un clásico de giro hacia la izquierda y, como giro hacia la derecha, nos acordamos de la política vasca de origen socialista Rosa Díez. Son paradojas de dichos y hechos.
Sin embargo, cuando solo están por medio los dichos y el político no se mueve de su lugar de origen, la llamada "maldita" hemeroteca nos deja cada semana alguna voz contradictoria de donde dije "digo, digo diego". Lo último y más llamativo, las palmas desde la bancada del Gobierno de ministros como Iglesias y Garzón, que aplaudieron cuatro minutos al Rey con el resto de sus diputados manteniéndose firmes y sin mover una palma en sus escaños.
Pero de esto no se libra nadie. Ya sea en el PSOE o en la derecha no buscaremos ningún ejemplo para que nuestra columna no se convierta en un teatro de chirigotas. Así es la política en la era de las nuevas tecnologías. Además, piensen que no solo es aquí, miren al político francés postulado por Macron como alcalde de París, quien pontificaba de una manera y su comportamiento era contrario a la misma.
Pero no se nos olvida que tenemos un asunto pendiente: El campo. En estos días estamos asistiendo a la sublevación de los tractores. Y, por supuesto, los labradores llevan razón en sus reivindicaciones. Pero? aquí debemos hablar de "mundo paradójico" más que de hombre paradójico. Los tractores son un icono que nos lo recuerdan películas como Novecento o Sacco y Vanzetti, ya que hace tres o más generaciones aquellos monstruosos vehículos, y otros inventos, espantaron del campo a millones de jornaleros para reducir al mínimo las brazadas y así quitarse míseros sueldos de subsistencia. Era la bonanza de algunos/muchos de los que quedaron en el campo con las bendiciones del Caudillo de Mingorrubio.
Y que nadie lo tome a mal. Esto no es ningún reproche a los labradores de la actualidad, en tal caso sería un reproche al medio, no a las personas. Y, lo hemos dicho, los labradores de hoy deben ser escuchados en sus reivindicaciones, pero no se entiende cómo se han dejado comer tanto por los intermediarios. Es una paradoja de la Historia. Seguro que nietos y bisnietos de los jornaleros que salieron hacia las urbes con el hato atado al cinto, por su esfuerzo, están en la actualidad gozando de empleos inimaginables en aquellos días históricos. Es la vida. Son las revoluciones. Son las paradojas.