Del daño que hacemos a los demás, independientemente de las razones en que se apoye nuestro discurso para justificar el castigo, la parte más letal se queda con nosotros transformada en rencor. Este pernicioso sentimiento daña interiormente a quienes lo sienten, y no es algo que se pueda eliminar con facilidad. Solo a través de su contrario puede ser neutralizado. Tengamos en cuenta que la Madre Naturaleza nunca actúa sin previsión: nos dotó de facultades excelsas para discernir las consecuencias de nuestros actos antes de que se produzcan.
Manuel Lamas