OPINIóN
Actualizado 13/02/2020
Antonio Costa Gómez

Sueño con el caballo de la película "Octavia" por las calles de Salamanca. Aquel caballo sobre el que cabalgaba la protagonista desnuda escandalizando a los numantinos de la ciudad, que todavía existen, a esos que defienden las esencias puras de la ciudad, y la raza impoluta de la ciudad. Que leen la prensa acorazada y manchada de tinta. Y olvidan que los más grandes escritores que dieron lustre a Salamanca vinieron de todas partes.

Sueño con ese caballo elegante y gracioso que recorre las calles de Salamanca, con ese caballo libre e impetuoso, que no es una máquina, que viene de las honduras vivas del sueño. Con ese caballo desnudo que deslumbra en las calles y lleva encima una mujer desnuda que lo comprende. El caballo y la mujer se comprenden, y los dos comprenden la belleza de la ciudad. Y saben que la belleza siempre se alía a la libertad y el dinamismo.

Sueño con ese caballo imaginativo, que es como aquel caballo imaginativo de Fussli que asoma por la ventana para la mujer tan abierta, que parece que va asaltarla pero en realidad solo le trae la pasión del susurro, le trae nada menos que la pasión del susurro.

Me encantó aquella película, "Octavia", entre todas las películas fascinantes de Basilio Martín Patino, esa película de una belleza desgarradora, sobre aquella mujer rebelde e indómita que asusta a la vieja urraca obcecada que interpreta Nuria Espert. Y el tono libre y poético de la película, que se salta las convenciones de la narración, que se salta todas las normas con creatividad.

Sueño con ese caballo para que convenza con su belleza y su gracia a las mentes cerriles y cerradas que todavía quedan en Salamanca y que no comprenden su ciudad.

ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR

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