OPINIóN
Actualizado 12/02/2020
José Amador Martín

Las fuerzas nacidas de la imaginación de nuestro espíritu se desenvuelven sobre dos apreciaciones muy diferentes. Unas cobran vuelo ante la novedad; se recrean con lo pintoresco, con lo vario, con el acontecimiento inesperado. La imaginación animada por ellas siempre tiene una primavera que describir. Lejos de nosotros, en la naturaleza, y cuando encuentran su cultivo producen imágenes de luz en los cielos, en los jardines, en las calles.

"Cada arte, nacido de la imaginación vive y nace según sus propias leyes". En la fotografía, al igual que en el cine, y en la literatura se ponen en juego la libertad y la imaginación creadora del espíritu humano, en una se copia la realidad pero entra en juego la libertad de expresarla de determinada manera, aunque son las mismas ambiciones de explorar la historia, la realidad y la ficción. Pero entre la representación a través del lenguaje verbal propio de la literatura y la imagen la realidad se despliega de una manera diferente.

Quizá el sueño, del que crea, es lo más cierto de todo, las campanas de sombra que lo arrullan, nada más cierto que el tiempo pasa y nos encuentra buscando los caminos muertos entre sombras. Mil veces se levantan, temblando, de los labios las palabras inciertas atadas al silencio elevando a la penumbra los soles y la tarde, como una incipiente primavera de las flores

Las imágenes no hablan del tiempo sino que exponen la duración, la realidad se expone como momentos del imaginario humano; hacen parte de un tiempo posible, de un futuro que se aproxima o de un pasado que no cesa; son momentos o trayectos del mundo concentrados en una sola imagen: un ícono, un globo aerostático, una campana; unas ruinas de donde ha huido lo sagrado, un henal en llamas, un tronco abandonado en medio del camino.

La imagen literaria se hace presente por medio del lenguaje, surge por la necesidad del alma de transmitir dichas imágenes. El alma por medio del lenguaje habla, se manifiesta, por lo tanto nos regala libertad. La imagen cuando es transmisora de las pasiones del alma viven en otro plano, en el plano donde lo material es una ilusión y las pasiones y los instintos no existen, ahí vive la sublimación pura, de la realidad.

Al caminar, de cale en calle, de espacio en espacio, descifraremos sus significados en ellos, pero también llevaremos con nosotros, las imágenes irán retenidas en el corazón, junto al alma y nuestros sentimientos. La ciudad guardará la esencia del ser, nosotros las ensoñaciones, la certidumbre de estar vivos.

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