El patrimonio historico cultural de las vías pecuarias y 4
El vocabulario pastoril es de una riqueza llamativa. Emplea centenares de términos que describen el ganado en atención al pelo, las formas de las ubres, de los cuernos, el temperamento de los animales, las enfermedades de vacas, ovejas y cabras. Otorga un nombre a cada tipo de hierba y a cada accidente del relieve adehesado. Estas riquísimas terminologías empleadas por los pastores se caracterizan por la antigüedad de muchas de las voces. Los abundantes arcaísmos así lo corroboran.
Poseen los pastores una cultura material con sello propio, sugida y adaptada a sus necesidades. Un rasgo distintivo que la singulariza consiste en ser un producto condicionado por el entorno, del que obtienen la materia prima casi en exclusividad. Emplean materiales que se hallan copiosamente en las dehesas: piedras, troncos y palos, pajas, hierbas, etc. Con tan sencillos elementos naturales componen una cultura material original, de reproducción de modelos tradicionales casi siempre.
Es legítimo referirse a una "arquitectura pastoril", de primitivo diseño circular, lo que la emparienta con las culturas castreñas. La tendencia autárquica, en parte, de su sistema productivo les llevó a confeccionarse en otros tiempos sus propias ropas de pie, (zahones, colodras, morrales, abarcas, etc.).
Su cultura objetual ha originado toda una industria pastoril de carácter funcional y diseño utilitario. Tres son los materiales más empleados: madera, asta y hueso. Cucharas, cuencos, cayadas, flautas, castañuelas y cultura propia, en movimiento permanente, capaz de unificar y difundir sus características entre zonas aleja- das entre sí del territorio hispano
En las colodras han exhibido su habilidad artística algunos pastores, adornándolas con incisiones a punta de lezna o navaja. Realizan sobre el asta o madera figuras y objetos de ingenuo esquematismo que tiene como referente, por lo general, la flora y fauna del entorno adehesado. Una expresión más de las hondas relaciones ecológicas que mantiene la cultura pastoril con el me- dio natural en el que se desarrolla.
En el ciclo festivo de invierno han quedado sedimentadas in- fluencias de la cultura pastoril, protagonista indiscutible de muchos rituales que han prevalecido en distintas regiones, en los que el elemento animalizado está presente: botargas, zamarrones, máscaras precarnavalescas, disfraces con pieles de cabra y ovejas, etc., esparcidos por este país que, dicen, tiene forma de piel de toro. Un utensilio ganadero, el campanillo o cencerro, ha servido para diversos ritos festivos y de fecundidad. Pero también para sancionar el comportamiento moral de los miembros de las comunidades ganaderas a través de las "cencerradas", que aun se practican en diversas poblaciones con aquellos viudos o viudas que contraen segundas nupcias.
Pero a esto hay que añadir que muchas vías pecuarias contienen bajo sus entrañas yacimientos arqueo-paleontológicos, y tras tantas, tramos de Calzadas Romanas que han llegado a duras penas hasta nuestros días (como por ejemplo la existente en la Cañada Real Leonesa Occidental en su subida al puerto del Pico), y por último, en los alrededores de muchas de ellas se agolpan elementos histórico-artísticos de interés (ermitas, castillos, monasterios, palacios, canales históricos, etc.).