El hombre es sublime, pero, en ocasiones, se convierte en un monstruo y puede llegar a cometer acciones tan abyectas, tan horribles y tan salvajes como las que se cometieron en Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Hace unos años, durante un viaje que hice por Polonia, tuve la oportunidad de ir a visitar el Museo y los campos de Auschwitz. Puedo afirmar que allí se mueren las palabras y cuesta resucitarlas, se siente frío aunque el reloj diga que son las cuatro de la tarde y el calendario que es un día de mediados de agosto, se siente miedo aunque no haya razón para temer nada, se siente rabia, vergüenza, indignación, pero huyen las fuerzas para poder expresar tales sentimientos, huele a lágrimas, a desesperación, a impotencia, a humillación, a muerte? y es imposible recordar la visita sin volver a llorar. Alguien me dijo al salir que se tenía que destruir por completo aquello, pero ni estuve ni estoy de acuerdo, necesitamos conocer estas barbaridades para que dejen de cometerse. Siempre he creído que la educación en valores no basta para civilizarnos, nos deben enseñar y debemos aprender en todas las edades a no dejarnos manipular con brillantes discursos, convencer con beneficios que nos reporten poder social, económico o profesional, huir de ideales que conlleven el enfrentamiento entre unos y otros y, sobre todo, a no convertirnos en seguidores de cualquier fanático, porque entonces el hombre puede dejar de ser sublime para convertirse en un auténtico monstruo capaz de cometer las atrocidades que se cometieron en la Segunda Guerra Mundial.
Por esta razón está bien que cada 27 de enero (fecha en la que el campo de Auschwitz -Birkenau, fue liberado hace 75 años por el ejército soviético) recordemos a todas las víctimas del Holocausto y en las escuelas debería hablarse de lo que allí pasó. Nuestros niños deben saber que esta guerra, como todas las guerras, no surgió de la noche a la mañana; se llevaba años preparándola (algunos opinan que desde que acabó la Primera Guerra Mundial) y ya se habían producido crímenes en masa contra poblaciones civiles. Nuestros niños deben saber que la matanza masiva empezó con los judíos que los alemanes capturaban en las zonas conquistadas de la Unión Soviética en el verano de 1941 y en menos de cuatro años la "solución final" segó las vidas de más de cinco millones de hombres, mujeres y niños no solo judíos, también gitanos, homosexuales, discapacitados, intelectuales y opositores al régimen. Nuestros niños deben saber que tal brutalidad no fue solo cosa de Hitler y los nazis, contaron con mucha gente dispuesta a identificar a otros como sus enemigos o a considerar aceptable el exterminio; en los últimos años han aparecido numerosas investigaciones sobre la colaboración de la policía incluso, de las administraciones locales y de las poblaciones de otros países invadidos por el ejército y las fuerzas de seguridad de Alemania. Nuestros niños deben saber que detrás de todas las guerras solo hay barbarie y que ninguna razón las justifica.
No sé si esto servirá de algo, las guerras, desgraciadamente, son tan antiguas como la humanidad, pero algo tenemos que hacer para intentar acabar con esta lacra que sigue teniendo adeptos aunque hasta los que las hacen invoquen la paz.