El humor, ya comentado, las emociones y los sentimientos ponen de manifiesto la riqueza de nuestro mundo emocional. Somos seres emocionales, un recurso muy primitivo que da significado y respuesta a lo que nos acontece, evaluar nuestro bienestar o malestar y, sobre todo, comunicarnos con los demás.
Si, en una metáfora, el humor era nuestro fondo del mar emocional, las emociones son las crestas de las olas, que emergen; respuestas súbitas que dan significados concretos a lo que nos sucede y nos preparan para la acción. Las hemos aprendido e incorporado a nuestra herencia a lo largo de la historia de la especie. Están ancladas en nuestro cerebro primitivo, nos han ayudado y ayudan hoy día a sobrevivir, reaccionando ante lo que nos sucede de forma rápida y eficaz. Son también esenciales para la comunicación humana y base emocional de la ética. Pueden durar poco, o mantenerse durante mucho tiempo, si se vinculan a una persona o situación.
Las emociones conllevan cambios fisiológicos que se expresan corporalmente (en el rostro, la postura, la mirada, el ritmo cardiaco, el tono muscular, la respiración, etc.) se perciben subjetivamente y pueden observarse por los demás.
Hay clasificaciones diferentes. Nosotros, como ya señalamos en otros textos, seguimos la propuesta de Antonio Damasio:
Las emociones básicas son: a) tristeza y alegría; b) miedo, ira y asco; c) sorpresa. Son fundamentales, están presentes desde el nacimiento, ayudándonos a sobrevivir y dar significado a lo que nos sucede. Nos permiten también expresar como estamos, a nuestros cuidadores y personas cercanas, a lo largo de toda la vida, facilitando su ayuda.
Las emociones sociales son especialmente ricas y diversas: a) admiración, b) indignación, c) desdén, d) turbación, e) vergüenza, f) culpa, g) orgullo, h) envidia, i) celos, j) empatía y k) gratitud. Todas son muy útiles, si las usamos bien, por eso las hemos aprendido e incorporado a nuestra especie.
Un abanico de emociones que permiten expresar un sin fin de reacciones que nos ayudan a comunicarnos con los demás y a entendernos a nosotros mismos. Todos los idiomas conocidos tienen un inmenso vocabulario emocional, con infinidad de matices. Si usted usa varios diccionarios, de distintos idiomas, puede sentirse perdido y alucinado con su riqueza. Este vocabulario nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y comunicarnos con los demás, los humanos le damos nombres a las emociones.
La educación emocional, una materia docente que se ha puesto de moda en la escuela, supone enseñar y aprender a 1) expresar, 2) comprender, 3) compartir, 4) regular y 5) usar bien socialmente las emociones. Si logramos estas cinco competencias, hemos adquirido lo que hoy llamamos inteligencia emocional, que es la base para las buenas relaciones sexuales, amorosas y sociales, así como para nuestro propio bienestar. Un bienestar que no consiste en reprimir o negar las emociones que nos hacen sentir el sufrimiento, como enseñan algunos, predicando una felicidad bobalicona, sino viviendo con intensidad la vida, con sus alegrías y tristezas.
Las emociones son innatas, especialmente las básicas y algunas de las sociales. Pero pueden mejorarse y aprender a manejar a partir del tercer año de vida con entrenamiento familiar y escolar, como proponemos en algunas de nuestras publicaciones. Debemos expresarlas para que nos entiendan; comprenderlas para conocer a los demás; compartirlas para ponernos en el punto de vista de los demás, lograr la comunicación íntima en las relaciones familiares, amorosas y de amistad, así como motivarnos para ayudar a los demás; regularlas para evitar la impulsividad generadora de numerosos problemas, maltratos y violencia; usarlas socialmente bien, para ser educados y buenos ciudadanos. Todo un programa que no podemos resumir aquí.
Me permitan señalar algunas emociones sociales y sus funciones básicas: La admiración para gozar de la belleza, grandeza, inteligencia, bondad, etc., la indignación ante las injusticias, la culpa por nuestras malas conductas, la empatía como base de la ética y la generosidad en la ayuda y la gratitud con tantas personas a las que tenemos que agradecerle nuestra vida, sus cuidados, sus favores, sus ayudas y sus amores.
Un ejemplo, muy especial es la empatía, que es una base esencial de la ética, la bondad humana y todas las relaciones que conlleven intimidad, porque nos permite salir de la soledad y compartir, como vasos comunicantes, nuestro mundo emocional. También es un inhibidor de las agresiones sexuales y de todo tipo de maldades, porque nos permite ponernos en el lugar del otro y ser sensibles a su sufrimiento.
Todos tenemos una riqueza inmensa que podemos, debemos y nos conviene cultivar. Las posibilidades humanas son casi increíbles. La naturaleza en la tierra y el universo son un don que admiramos, también merece ser admirada la naturaleza humana. ¿Sabemos cuidar todos los dones de nuestra especie? Potenciarlos es un reto gozoso.