El desenlance del 26 de enero llegó con tu nombre, Edu. Llegó de color gris, turbio. Tu foto venía anunciando la peor noticia que nunca hubiéramos querido dar. La dureza de saber que te has ido.
Sigue sonriendo desde ahí arriba como no lo has dejado de hacer desde ese maldito mayo que entrelazó tu vida con el maldito cáncer. Demasiadas horas entre sondas y hospitales para un alma inocente de solo 11 años. No es justo. No merecías un final tan pronto.
Ahora ya descansa, Edu. Descansa y sigue soñando. No dejes de sonreír desde ahí arriba. Nunca vi tanta verdad en la mirada de un niño. Tus ojos pedían vida pero no ha podido ser.
Abrazo desde aquí a tus padres. Y a tu hermano. No les sueltes la mano. No los dejes caer. Mándales fuerza cada mañana para que algún día puedan aprender a vivir sin ti. Con tu recuerdo.
Vuela alto, Edu.