Este pasado viernes recibía una carta desde Portugal. No me era familiar su caligrafía, pero sí su remite: "Rua da Madressilva" de la localidad lusa de Mem-Martins. Es la dirección de José Bento, advertí enseguida.
Una vecina, por indicación de la familia del escritor, me escribía para indicarme que José Bento había fallecido el pasado 26 de octubre de 2019. Algo que yo ignoraba; de ahí que le hubiera escrito, felicitándole las Navidades e interesándome por su situación. La noticia me ha dejado muy triste, pues ignoraba que José Bento, el entrañable amigo José Bento, nos hubiera dejado.
Había nacido en la localidad de Pardilhó, perteneciente a la provincia de Aveiro, en 1932. Y en su localidad natal ?según me indica su vecina y amiga en su carta? ha sido enterrado. Tras el fallecimiento de su esposa, nos habíamos intercambiado varias cartas y, en alguna de ellas, me enviaba algún poema inédito, que había encontrado, ordenando sus carpetas. Y que buscaré para releer y traducir.
José Bento ?ahora nos es imposible glosar su figura?, además de uno de los grandes poetas portugueses de la segunda mitad del siglo XX, era un gran hispanista. Ha sido, de hecho, el más cualificado traductor tanto de nuestra literatura clásica como contemporánea al portugués, lo cual es una gran suerte para ambos idiomas hermanos.
El último libro poético que nos enviara ?'Um sossegado silêncio' ('Un sosegado silencio') se publicó en 2002, en ASA Editores, de Oporto. De las tres partes de que consta la obra, nos dedica toda la tercera ("Respigo: outra estação", "Espigueo: otra estación"), un hermoso conjunto de 32 poemas esenciales y sugestivos; lo cual consideramos, en su momento, un generosísimo gesto de amistad por parte de José Bento.
Dos años antes, en el 2000, publicó la editorial Calambur, en la sugestiva colección de "Los solitarios y sus amigos", una amplia antología de la poesía de José Bento, que tradujéramos nosotros, y que lleva el título de 'Algunas sílabas'.
José Bento, aparte de su labor profesional, vivió por y para la poesía. Era un poeta verdadero. Su labor traductora al portugués de una parte considerable de nuestra literatura, tanto clásica como contemporánea, merece toda nuestra gratitud. De hecho, tal tarea fue reconocida por nuestro país, ya que recibió dos importantes distinciones: en 1990, la "Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes", otorgada por el Ministerio español de Cultura; y, en 2006, el Premio Luso-Español de Arte y Cultura, en su primera asignación, otorgado conjuntamente por los ministerios de cultura de los dos países, para reconocer la labor realizada en favor de las letras peninsulares.
Pero no pretendíamos glosar ni su vida ni su obra, sino solamente dejar constancia de cómo recientemente nos ha dejado para siempre, pese a que nos queda la belleza de su obra y la memoria de su amistad.
La belleza de su obra, sí, como silencio sosegado, como música callada, honda y verdadera. Como él mismo llegara a decir: "Se cierran los ojos / para serle refugio postrero, / en su vacío concederle morada."