OPINIóN
Actualizado 21/01/2020
Fernando Robustillo

Los felices años 20 no comenzaron tan felices para el insigne literato don Miguel de Unamuno y Jugo. En aquel 1920, de cuyos amaneceres se cumple en la actualidad el centenario, don Miguel fue acusado de atentar contra la figura del Rey (delito de lesa ma

Nada más conocer la sentencia, la respuesta de don Miguel no se hizo esperar y en el periódico "El Liberal", donde Unamuno escribía con asiduidad, en destacado recuadro y firmado de su puño y letra, realizó una semblanza de su pensamiento más inmediato en el que señalaba "...que hay oficios que no cabe hacerlos a medias y el de hombre público, en uno u otro respecto, es el primero de ellos. ¿Vanidad? ¿Ganas de dar que hablar? ¡Cuán equivocados están los que así piensan!...".

Presentado recurso, la sentencia no llegó a cumplirse y, mientras, no dejó de rebatir ese atropello a la libertad de pensamiento de la irrefrenable manera que sabía hacerlo: con el lenguaje de la pluma.

Como ejemplo de ello, en cierta ocasión se hizo eco de unas manifestaciones del gobernador de Barcelona en el que este había tachado de "revoltoso" a un periodista, de quien dijo que lo tenía fichado, insinuando a mayores que ya le gustaría tener cárceles para encerrar a todos los revoltosos.

Aquello era bastante para que Unamuno reflexionara en un artículo que titulaba "Revoltoso" y lo hacía con este aperitivo: "que no era infinito el número de revoltosos, sino que tal como decía la Sagrada Escritura, infinito era el número de tontos".

Y don Miguel se preguntaba sorprendido: "Revoltoso? ¿Fichado como revoltoso? ¿Será esto algo así como elemento perturbador del orden actual? ¿Elemento peligroso? ¿Qué es esto?". Y así termina hilando en el artículo su estado personal recordando una certificación enviada por la Dirección de Seguridad de Salamanca al Tribunal de Valencia, el Tribunal que le condenó:

"En cumplimiento a su comunicación fecha 3 del actual en la que ordena se informe sobre la conducta moral observada por don Miguel de Unamuno y Jugo, he de participar a V.S. que en esta Jefatura de Policía no constan antecedentes delictivos del señor Unamuno; no obstante, puédesele juzgar como elemento peligroso y perturbador del orden actual según puede precisarse en sus discursos y propaganda.?El Jefe de Vigilancia. P.O. José Álvarez".

Continúa Unamuno preguntándose: "¿Revoltoso? ¿Elemento peligroso? ¿Perturbador del orden actual? [...] ¿Y cómo se procede para ficharlo a uno así? ¿Se mide acaso la revoltosidad y la peligrosidad? [...] "Luego el señor gobernador ?continúa Unamuno? llegó a decir sobre el 'revoltoso' que el ser periodista le inclinaba a la suavidad. Y esto lo entendemos menos. [...] Y ahora viene lo gordo del gobernador dirigiéndose al abogado del 'revoltoso': 'Lo que usted ha de aconsejarle es que refrene un poco sus ideas, pues que un cualquiera sea anarquista o semianarquista se concibe, pero no se comprende en una persona decente".

Unamuno remataba su artículo diciendo: "¡Refrenar las ideas! ¡Sí, facilillo!... Como no sea para el que no las tiene".

Cien años de aquello.

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