El sentido común suele ayudarnos a reducir notablemente el gasto energético en la época de mayor consumo
Miramos la factura de la luz y no estamos de acuerdo con el importe pero no tenemos claro qué hacer para aligerarlo. Es lo habitual. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, basta con aplicar el sentido común para conseguir que a nuestro bolsillo le duela menos apretar el interruptor.
A las ya tradicionales recomendaciones sobre la sustitución de la bombilla tradicional por luces led, la advertencia sobre la desconexión de aparatos que siguen consumiendo energía pese a no estar en uso -el stand by de las televisiones es siempre el ejemplo pero no el único- o la utilización racional de aquellos elementos que suelen consumir más como los hornos o las placas vitrocerámicas (reservando para ellos recipientes que transmitan más rápidamente el calor y reduzcan, por tanto, el tiempo de encendido), se unen en invierno otra serie de recomendaciones que, bien aplicadas, nos sorprenderán (para bien) a final de mes. Tanto que incluso en pleno enero deberíamos ser capaces de igualar la factura de meses mucho más propicios para el ahorro energético hogareño como junio.
Uno de los consejos más habituales es el del uso de persianas, alfombras y cortinas -preferentemente de colores oscuros porque absorben la radiación solar- en época invernal. Suelos y ventanas suelen ser los principales responsables de que el calor no se nos quede en casa obligándonos a subir el termostato. Está demostrado que por cada grado que aumentamos la temperatura, pagamos un 7 % más de electricidad. Eso, junto a una estrecha vigilancia contra las filtraciones de aire de puertas y ventanas (utilizando, por ejemplo, burletes para sellar las zonas de fuga) ayuda a reducir el gasto que en los meses de invierno tiende a elevarse por la drástica baja de las temperaturas.
Otro consejo útil tiene que ver con la simple observación. Basta con tener claro qué lado de tu casa recibe la luz el sol en cada momento del día para alzar las persianas y aprovechar el calor que aporta esa fuente energética natural.
Los calefactores son otros grandes enemigos de nuestro bolsillo en invierno. Pequeños, pero con enorme capacidad de consumo, suelen darle demasiada 'alegría' al contador mientras cumplen su función, templar rápidamente una estancia. La alternativa son los radiadores de bajo consumo. Tardan más en calentar, pero terminan logrando un grado de calidez similar y, sobre todo, consumen hasta una cuarta parte menos. Además, los modernos, dotados ya de tecnología digital, son programables e incluyen una función que permite consultar en tiempo real el gasto por días, semanas o meses. En muchas casas, además, los acumuladores se encargan de repartir a lo largo del día el calor generado durante las horas más propicias para el bolsillo.
En esta misma línea, la utilización de termostatos permite controlar la temperatura media de cada casa y mantenerla durante toda la jornada. Aunque dependerá de lo frioleros que sean sus moradores, los estudios energéticos establecen entre 19 y 21 grados la oscilación habitual de la temperatura de confort.