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Pablo Casado ha perdido el norte. Y el sur, y el oeste. El este no, que está a la derecha.
Pablo Casado ha hecho del insulto, una parte fundamental de su discurso. Prácticamente la parte esencial de su discurso. No es capaz de hablar del gobierno (de su gobierno) sin descalificativos, algunos de ellos de la peor especie.
Pablo Casado no se da cuenta de que la crispación no nos conduce a nada, salvo a generar más y más crispación.
Pablo Casado debería reconsiderar su actitud. Y su ética, que predica lo contrario de lo que hace.
Pablo Casado es mucho Pablo. No, pero, cada vez es menos Pablo, menos ser humano.