OPINIóN
Actualizado 13/01/2020
Rubén Martín Vaquero

A la muerte de Raimundo de Borgoña (1107) señor de Galicia y yerno de Alfonso VI rey de Castilla y León, su esposa Urraca siguió ocupando el trono de Galicia, que también incluía el oeste del reino leonés (parte de Zamora, Salamanca y Extremadura), y como su padre el rey Alfonso VI se quedase sin descendencia masculina la designó su sucesora como reina de Castilla y León, siendo coronada a la muerte de su progenitor (1109), aunque para evitar enfrentamientos cainitas entre los nobles leoneses y castellanos, que pretendían la mano de la reina viuda Urraca I, Alfonso VI dejó dispuesto que se casase con el rey Alfonso I el Batallador rey de Aragón y de Pamplona (1104-1134).

El remedio resultó peor que la enfermedad porque el rey aragonés Alfonso I pasó a ser el rey de Castilla y León con la oposición de los nobles de estos reinos, que desencadenaron sangrientos enfrentamientos en contra del que ellos consideraban un usurpador (incluso le acusaron de maltratar físicamente a Urraca).

Los obstáculos resultaron insalvables (los esposos se odiaban), con lo que Alfonso I el Batallador sólo rigió oficialmente el reino castellano-leonés de 1109 a 1114, aunque siguió ocupando diversas ciudades y plazas fuertes castellanas (especialmente las del Camino de Santiago porque contaba con el favor de los burgueses de esas poblaciones), lo que no fue obstáculo para que su matrimonio fuese anulado (nulidad papal) alegando que los esposos eran primos y que no había sido consumado, aunque en la razón última estaba el deseo de terminar con la guerra civil que asolaba los reinos cristianos.

Tras una vida de continuos enfrentamientos falleció la reina Urraca I (1126), designando heredero a su hijo Alfonso que fue coronado como Alfonso VII de León monarca que, además de titularse Emperador de las Españas, reclamó la disputada parte del reino de Castilla en manos de su padrastro Alfonso I de Aragón. Tras innumerables traiciones, deserciones y batallas se hizo con la totalidad del reino de Castilla pasando a ser Alfonso VII de León y Castilla. A su muerte (1157) dividió el reino entre sus dos hijos; a Fernando, el primogénito, le correspondió el reino de León y a Sancho el de Castilla.

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