Es una mentira porque no nace nada en nosotros. Solo consumimos sin parar, soltamos hipocresías grasientas, soltamos espiritualismo de macdonalds. Repetimos frases sin contenido, soltamos frases vacuas por aparatos para no tener que decirle algo de verdad a quien tenemos al lado. Acumulamos máquinas y decimos mecánicamente cosas. Y no veas si abres la televisión, el nivel cultural baja a niveles infrahumanos. En Nochebuena nos ponen nada menos que dos horas del Gran Ricitos Temblón, que presenta a un amigo diciendo " es un cantante internacional del mundo". Me hace más gracia el agente Catarella diciendo en "Comisario Montalbano": "lo he visto personalmente en persona". Pongo la radio y al menos escucho a Bob Marley, Stevie Wonder, Barry White, no esa mermelada de ricitos esparcida en el aire.
Casualmente el día 25 veo en una sala de cine (en un cine de verdad) la extraordinaria película "La verdad" de Koreeda, interpretada por la grandiosa Catherine Deneuve y la sutil Juliette Binoche. Una mujer quiere conocer la verdad de su madre, una actriz en decadencia, todos buscan la verdad unos de otros, no pueden fiarse de su memoria, descubren aspectos que no sospechaban. Cuando la madre se pone transparente y reveladora y la hija parece colmada se nos sugiere que pudo ser una gran interpretación, pero también en otros momentos la interpretación se basa en las verdades sentidas. Todos asombran a todos pero todos buscan una verdad en todos entre la niebla.
¿Por qué no ponemos también todos un poco de verdad en las aburridas y mecánicas Navidades? ¿Por qué no ponemos algo de vida descarada en nuestros encuentros, por qué no mostramos un poco de carne sin máscaras compradas en Black Friday? ¿Por qué no nos regalamos un poco de Prodigio humilde, de desvelamiento verdadero, de divinidad que nace en algún rincón y que no se compra, ni se fabrica con máquinas?
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR Emil Nolde: Natividad