OPINIóN
Actualizado 02/01/2020
Luis Castro Berrojo

Aludía yo al ambiente más bien superficial y consumista que preside las fiestas navideñas, propio de una sociedad secularizada, ávida de efemérides que la permitan escapar de la rutina cotidiana. Pero sin duda hay algo más que contribuye a dar autenticidad y fuerza emocional a estas fechas. Junto a la referencia cristiana ?la Natividad?, más bien mortecina, se da otra experiencia humana más profunda y arcaica, también religiosa, aunque pagana. Me refiero a la vivencia de fin de ciclo, de recapitulación y mirada hacia el futuro, de muerte y regeneración que evocan el término de un año y el comienzo de otro. Una visión cíclica del mundo propia de civilizaciones primitivas, pero aún con inercia poderosa en las sociedades seculares contemporáneas.

En relación con esto se da un hecho poco atendido: la fijación del inicio de año en el primero de enero, la fecha de la circuncisión de Jesús, que suele verse como un día más de las navidades. Ahora bien: parece un poco absurdo relacionar el comienzo del nuevo ciclo, inscrito en la "nueva era" anunciada por la Natividad para los cristianos, con la circuncisión, que nos remite a la vieja ley mosaica que el evangelio va a superar. Pues aunque el Mesías no rechaza los mandatos de esa ley, ahora lo que prevalece no es la circuncisión de la carne ?que hace a Yavéh un "coleccionista de prepucios", como decía Joyce?, sino la "del corazón", común a judíos y gentiles.

En definitiva, debemos buscar en otro lado el origen de la efeméride del primero de enero. Y ello tiene que ver con la segunda Guerra celtibérica (154-152 a.C.). En ese contexto, el senado romano decidió enviar a Celtiberia al cónsul Quinto Fulvio Nobilior con 30.000 hombres para someter a los arévacos y tomar Numancia, su capital, pues no aceptaban de buen grado el sometimiento al imperialismo romano y habían firmado una alianza con los belos de Segeda (Calatayud), en abierta contradicción con los intereses romanos en la zona. Tal ejército, descomunal para la época, contaba incluso con una decena de elefantes africanos e iba a necesitar mucho tiempo para reunirse, desplazarse y actuar en una Hispania interior que llevaba más de medio siglo resistiendo, tratando de tú a tú a los patricios romanos.

Debido a ello, se decidió adelantar ese año excepcionalmente la fecha de la jura del cargo de los cónsules, del 15 de marzo tradicional al 1 de enero; de este modo Nobilior podía disponer de más tiempo para la campaña militar. Y puede que eso ?iniciar operaciones bélicas en enero? fuera una de las causas del nuevo fracaso romano, que ya era el segundo. Ya se sabe: "el general Invierno". Cuando se supo de la derrota en Roma los más ancianos declaraban no haber visto jamás cosa semejante y los más jóvenes escurrían el bulto para no ser movilizados. Marcelo, sucesor de Nobilior, firmó la paz. Más adelante aún se hubo de enviar a Escipión Africano (y "numantino")?

El caso es que desde la toma de posesión de Nobilior el 1 de enero del 153 a.C., esa fue la fecha en que tomaron posesión del cargo los cónsules que le sucedieron. Esta magistratura iniciaba y daba nombre al año en curso, y así quedó en el calendario hasta hoy en el área de la civilización romana-cristiana occidental. El calendario juliano legó a esta y, a través de ella, a todo el mundo los principales rasgos del calendario hoy vigente: el día de 24 horas (asimilado a su vez de los egipcios), la semana de siete días (número sagrado para los caldeos y los judíos, preñado de simbología astral y matemática), el año de 12 meses, las denominaciones de los días y de los meses, etc.

(Foto: vista aérea del cerro de Numancia)

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