OPINIóN
Actualizado 30/12/2019
María Jesús Sánchez Oliva

El pasado martes, como todos los años el día de Nochebuena, la mayoría de las familias españolas esperaron a oír el mensaje del Rey para empezar a cenar. No es que el mensaje despierte gran interés entre los ciudadanos, es que se ha convertido en el acto que indica la hora de sentarse a la mesa.

El mensaje de este año, para no cambiar, ha sido como el de todos los años, sin excepcionar incluso los de su padre, el Rey emérito. El Rey, en un mensaje que tuvo que ser grabado a última hora por los asuntos pendientes del Gobierno, consistió en recordar a los ciudadanos los problemas que los ciudadanos llevan todo el año recordándole al gobierno. No podía faltar un recuerdo para los afectados por las últimas inundaciones. Además de felicitarnos por lo luchadores, solidarios y responsables que somos, nos pidió unidad y voluntad para reparar las goteras que sufre nuestra gran nación. Total, nada nuevo.

Tampoco sorprenden las prisas con las que los partidos políticos analizan el discurso, sacan sus interesadas conclusiones y nos las hacen llegar para dejarnos claro que ni en Navidad están dispuestos a renunciar a sus ambiciones para servir a los ciudadanos, que es lo que juran o prometen hacer cuando les toca el cargo.

La única novedad del sexto mensaje navideño de Felipe VI ha sido que es el segundo que ha tenido que lanzar con un gobierno en funciones, y ante las velas que nos alumbran, ni siquiera se sabe si será el último.

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