Llegan las Navidades y, casi todo el mundo, con ilusión o por convencionalismos, nos sentimos obligados a adoptar un punto de vita más cálido y optimista sobre la vida. Los creyentes, por unos motivos, y todos, por motivaciones familiares y sociales. Compartir los afectos y la alegría, más allá de las discrepancias, conflictos y, a veces, dramas familiares es sensato y deseable. Finalmente, lo que nos distancia, casi siempre, tiene su origen en ideas, creencias, prejuicios e intereses que no debiéramos priorizar, durante una vida tan corta y vulnerable. Nuestras supuestas creencias, certezas y verdades deberían ser más tolerantes con las de los demás.
Durrell, un escritor que nació en la India y se formo en Gran Bretaña, pone, en boca de sus personajes, en la isla griega de Corfú , la siguiente conclusión, después de una discusión filosófica, entre amigos: "Se me ocurre que nada se resuelve nunca del todo. En cada edad, desde ángulos distintos, siempre nos enfrentamos a los mismos fenómenos naturales: la naturaleza, la muerte, la religión, la risa, el miedo. Realizamos intentos idólatras de atraparlos en un marco conceptual. Y siempre cambian, delante misma de nuestras narices? Admitirlo es admitir la felicidad, o la paz de espíritu? No imaginar nunca que algunas de estas generalizaciones que hacemos sobre los dioses o los hombres son válidas, sino adoptarlas, porque llevan en sí mismas la falibilidad (las limitaciones) de nuestras propias mentes".
Siento este párrafo muy cercano a mi posición vital. Como Sócrates, no sé nada de lo que quisiera saber sobre Dios u otros dioses, ni sobre el sentido final de la vida y la muerte. No puedo declararme creyente, ni ateo. Ni siquiera escéptico, porque me parece una palabra demasiado rimbombante; "yo me declaro un simple ignorante", de lo que más me gustaría saber. Creo que podemos hacernos muchas preguntas, pero nuestra mente no ha evolucionado para responderlas con solvencia, sino para sobrevivir, en la lucha por la supervivencia. Por eso las respondemos con prejuicios, ideas y creencias que, con frecuencia, queremos imponer a los demás.
Pero todos somos conscientes de que vivimos y tenemos una fuerza vital, la de la vida. Y la vida no duda de sí misma, salvo en quien se suicida. Por tanto, el problema esencial es responder a la pregunta: ¿cómo llevar una "vida buena"?, que es la que se hizo Sócrates.
Aceptemos socialmente la relatividad de lo que sabemos e intentemos lograr una vida buena personal, familiar y social. Sepamos respetar la discrepancia, las ideas y creencias de los demás, aceptando nuestras limitaciones como especie, que poco tiene de sabía, pero que sí puede reconocer que compartimos la vida y nuestra casa común, la tierra. Y por tanto, lo más inteligente es procurar el bien propio y de la familia y, a la vez, ser buen ciudadano, cuidando a los demás y a nuestra "madre tierra".
No seamos sectarios y dogmáticos. Y si su religión o ideología se lo exige, puedo acertarle siempre que no quiera imponernos a los demás sus certezas. Predique lo que quiera, pero no use la fuerza, la mentira o las trampas para obligarnos a compartir sus certezas.
¿Podemos conseguirlo?
Mi respuesta es positiva, porque podemos soñar e intentar realizar los sueños. Los seres humanos hemos conseguido ya grandes cosas. Sueños que no se fundamenten en ideologías cerradas, como las que nos llevaron a las guerras de religión durante siglos y las dos mundiales del siglo XX; o a odios como los que germinaron en España y nos llevaron a la guerra civil. Nadie tiene toda la verdad. Como escribe Pessoa , "la verdad, no se la pido ni siquiera a los dioses". Arbitremos las discrepancias. Aprendamos a resolver los conflictos en lugar de intentar anular a los demás.
¿Cuáles son los mejores recursos humanos para conseguirlo? ¿Qué es lo mejor que compartimos los seres humanos? ¿Cuáles son nuestros recursos mentales, emocionales, históricos y sociales para conseguirlo? "Atrévase a pensar", como gritaban los ilustrados.
En una ocasión me propusieron, sin título, que diera una conferencia sobre el voluntariado, personas que sin pedir nada a cambio, ofrecen alguna ayuda a los demás. Mi ofrecimiento fue hablar sobre los mejores recursos humanos, para llevar una vida buena y ser buenos ciudadanos. Sobre eso voy a escribir algunas columnas. Adelántese e intente usted responder a esté reto.
No se trata de negar las limitaciones y las críticas que merecemos, tampoco las injusticas y manipulaciones. Sino de tomar también otro punto de vista: el de las mejores posibilidades de la especie humana. La salud de la tierra, porque el agua y el aire están en peligro. El bienestar de esta sociedad, porque la igualdad y la justicia están amenazadas. ¿Cuáles son los recursos humanos que pueden alimentar nuestra esperanza?