La ropa que se lleva en una temporada se diseña dos o tres años antes, buscando alguna novedad que atraiga al consumidor. Pero a veces ciertas modas se afianzan durante años o décadas, ofreciendo variantes sobre una misma idea indumentaria. Con el tiempo es posible incluso que vuelvan a aparecer modelos repetidos una y otra vez, aunque sean de nula originalidad y dudosa estética. Es en caso de los vaqueros rotos o destroyed jeans.
Como es sabido, Levi Strauss, inventor de los jeans, creó y patentó la prenda como algo resistente y asequible para los buscadores de oro y ganaderos del oeste americano a mediados del siglo XIX. Eran unos pantalones que ganaban con el uso, pues el tejido de lona basta se iba adaptando al usuario y el desteñido era agradable de ver. Los remaches metálicos y las dobles costuras los hacían también más duraderos. Tras la Segunda Guerra mundial el vaquero pasó a ser prenda de vestir, no de trabajo, y se generalizó entre la juventud ?se dice? por mimetismo con Marlon Brando, James Dean y Presley (aunque más bien creo que fue al revés: estos actores se pusieron los jeans porque se llevaban ya). Hubo luego muchas variantes hasta que salieron al mercado los vaqueros agujereados y rasgados al principio de los años noventa. Su concepción ponía patas arriba la idea de Strauss: es una prenda incompatible con cualquier ejercicio físico fuerte y sale a la venta ya deslavada y perjudicada; siendo más cara además, pues a los costes de producción se suman los de "deconstrucción".
Los anoraks acolchados también son viejos en el mercado, aunque no tanto como los vaqueros. A España llegaron en los años sesenta, cuando predominaban los de color azul oscuro con pespuntes en rombo. En este caso llama la atención que desde hace años han invadido las calles los de franjas horizontales, más o menos anchas y rellenas de guata (las más grandes evocan al muñeco de la Michelin si llevan dentro a una persona fuerte). Mi sobrina Candi, que es muy curiosa, cree que si se venden tanto es para multiplicar aún más las ganancias y que seguramente se estimula su venta con publicidad subliminal mediante aplicaciones en los móviles que comen el coco al personal (es su manera de hablar).
Vaya, parece que mi sobrina tiene razón, pienso. Como, de todos modos, ella también quiere ir a la moda y no le importa contradecirse, entramos en una tienda para comprarle para reyes un anorak plateado con franjas en uve, a juego con su pelo zanahoria y sus zapatillas Nike azul clarito.
(Menos mal que hemos comprado en Zara, pienso al salir. Así al menos parte del negocio irá a financiar hospitales públicos).