OPINIóN
Actualizado 11/12/2019
José Amador Martín

Cada persona crea su propia ciudad. Cada uno la amasa con la materia de sus circunstancias y sus sueños. Cada individuo la ha vivido de una forma única y, por lo tanto, una misma ciudad será a la vez la ciudad de cada persona. Cada uno, en este sentido, podría ponerle nuestro propio nombre.

El territorio de cada artista consiste en lo que cada persona ha hecho de él, cada individuo vive de forma única aquello que otros viven.

Camino? Luz? cada individuo amasa la materia y sus circunstancias, reconstruye el espacio sin nombrar, un hueco en el cuerpo del ser y cada persona prescinde del modelo territorial para someterse a un sinfín de posibilidades, a una racionalización de sus intenciones que es la visión fragmentada de la realidad que armoniza con la sistemática lingüística y su discurso artístico que haga sobre su territorio.

La obra de arte nos acerca así al ciclo vital que está presente en la vida del artista y la construcción del espacio creativo se entiende como0 un ordenamiento de su experiencia más íntima y se expande alrededor de su obra que existe más allá de la estructura propia del entorno, su territorio que es a la vez su vivencia, el territorio de su existencia.

Cada artista define su territorio, hace suyos los distintos territorios de los demás, como temperatura de una naturaleza inasible.

Con ello la obra artística constituye un todo común, un sentimiento que dota al proceso creativo del conocimiento, que hace posible la figuración de las imágenes cercanas al hombre para que se extienda, en toda su totalidad y haga de la libertad una realidad sin límites como medida de lo inmedible.

La creación de cada artista necesita ser un discurso de vida que recoja su saber y su experiencia, para que así nos sumerja en los territorios velados que quiere mostrar en la esencia de su existencia

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