Mañana domingo se celebra en el mundo entero una jornada inusual; porque es una Jornada por lo que no se ve ni se quiere descubrir, por los que casi ni se quiere aceptar y que por eso en realidad se niegan, se desprecian y/o se ignoran. La Jornada está dedicada a los pobres, que hoy gozan en nuestra sociedad de casi perfecta invisibilidad. Y en la práctica todos vivimos como si no existieran.
El Papa ha querido desde hace unos años romper esa situación, frecuente en el mundo rico, con la propuesta de esta Jornada Mundial de los Pobres invitando, como resumen de su Mensaje anual, a dar visibilidad a los pobres de cada sociedad y del mundo entero y a tomar la opción evangélica de ponerse al lado de los últimos, de aquellos que la sociedad descarta y desecha.
Por eso, siguiendo la invitación del papa Francisco, nuestra diócesis organiza esta cita especial con todos los pobres de Salamanca, que los hay aunque cada vez tienen mayor invisibilidad; son familias enteras en la dramática estrechez de cómo acabar el mes, jóvenes que ven pasar una y otra vez las oportunidades y van quedando descartados, personas y grupos con poca dignidad y menos papeles, sin tierra patria y sin familia? Y los que sobreviven con una no contributiva. Es bueno y hasta higiénico repasar el Informe FOESSA recién publicado, aunque se comprueba desde las estadísticas una ligera mejora general en Castilla y León en los últimos cinco años.
Y esto cerca, pero con mayor gravedad y mucho más abundamiento en los países del Sur no desarrollado. Esta Jornada quiere que se nos hagan más visibles y nos hablen y nos pongan en apuros, si llega el caso, como creyentes con compromisos cristianos y como ciudadanos preocupados por la gente y por su tierra. Pero antes dos o tres precauciones.
Antes de nada aceptar que no parece edificante que tengamos que inventarnos una Jornada para ver a los pobres. No parece cosa buena, porque según la Ley de Visibilidad Evangélica tendrían que aparecer ellos con ventaja grande por delante de todo lo demás y en letras amorosas y de solidaridad social bien grandes, visibles desde el último rincón de la provincia, si lo hubiera. Y para la visibilidad y para la reacción, da igual que sean de cerca o de lejos; el que distinga por la geografía, además de miope está negando el evangelio.
Pero con el afán de los días y las noches, tarde y mañana volcados en lo nuestro, en el vaivén de nuestras cosas los perdemos de vista, se nos hacen invisibles y no los reconocemos y si alguien nos apura un poco y nos molesta, pues negamos la mayor; hoy ya no hay pobres por aquí, puesto que no se ven. Sólo vemos intereses, nóminas, supermercados, nuevos modelos, el restaurante, el móvil nuevo, incluso la reunión o la celebración pendientes o el qué sé yo qué que nos tapa la visión y nos vuelve ciegos para reconocer al último prójimo de la fila. Estamos buenos?
Y además hoy los pobres nos hablan y nos recuerdan no sin provocación el último abrazo que recibieron, la amarga soledad que se tragaron, el gesto solidario que los sostuvo, el desprecio vil en el último cruce. El pobre tiene rica memoria y su recuerdo nos salva o nos condena. Que en esto también hay mucho deterioro y mucho cambio climático y sin embargo también aquí andamos todos tan cómodos como si no pasara nada. Así de claro.
Y, claro, los pobres de cerca y más los de lejos nos presentan demandas. Andan llenos de carencias y escaseces, y traen en abundancia demandas de atención y de acogida, exigencias de escucha y de reparto, compromisos de encuentro y de fraternidad, solicitudes de austeridad y de cuidado de los bienes que son de todos, justicia para andar por casa todos los días, eficacia de remedios y proyectos concretos, propuestas de alta caridad y amor diario, etc., etc?
Y hay que repetirlo una vez más, esa voz de los pobres es de los de cerca y de los de lejos; el que sólo oiga las voces cercanas carece del fino oído evangélico que oye hasta el último ay de la tierra, el último grito del último de los últimos del mundo.
Pues nosotros, una vez más, con ellos. Y hasta con algo de temblor y mucho respeto les dedicamos una solemne Jornada para estar con ellos y por eso los que pudimos o quisimos nos reunimos ayer tarde en nombre de nuestra diócesis en la iglesia de la parroquia de San José en los PP. Jesuitas. y sea como sea, el que quiera oír que oiga y el que no, pues que se enfrasque miserablemente en lo suyo. Cada uno salva o suicida la vida como quiere.