OPINIóN
Actualizado 10/11/2019
Miguel Mayoral

La fidelidad, la dignidad, la honestidad y el amor a los demás siempre serán un valor seguro para las personas capaces de dar ejemplo de ellas. Estas virtudes forman el verdadero valor de la persona y de la sociedad. Apartarse de ellas no es bueno para

Vivimos en una sociedad en que todo el mundo pide, todo el mundo molesta sin venir a cuento, sin merecerlo, sin habérselo trabajado. Con una estupidez que raya lo increíble y una ignorancia en los temas de la vida real que no se comprende. La sociedad se ha dejado apoderar de una cierta clase política vacua, muchas veces minoritaria, que sólo mira su ombligo para permanecer en su agujero. España va mal y peor que mal. Los salarios reales están tres veces por debajo de la dignidad humana y nadie protesta porque ya no escuchan a la realidad. Forjar un país cuesta al contrario que crear falsas opiniones y mentiras. Al español de verdad tan sólo le queda la mirada impávida hacia el horizonte o pegar un golpe en la mesa para poder seguir viviendo con dignidad.

Estos días si nos pinchan ya no nos sacan sangre, después a la inoperancia y a los sucesos que hemos asistido. Los españoles hemos llegado al tope de la iniquidad. España está cautiva como pocos de la estulticia del progresismo Palabra denostada que sólo parece que sirve para amparar a la mentira. Nos quieren entretener con un falso separatismo histórico decimonónico de unas falsas naciones históricas cuando la única nación histórica es España, con las mentiras del franquismo cuando no ha existido más paz, prosperidad y menos violencia en toda la historia de la península ibérica, con la demagogia sobre la brecha salarial cuando la única brecha está entre los vagos o vagas que trabajan o no, entre los y las que se esfuerzan, estudian y son inasequibles al desaliento, entre otros falsos problemas la mayoría vacuos e inventados... En todos los mensajes al final sólo hay interés y dinero para los de siempre. Mientras campa el desgobierno a todos los niveles y en todo tipo de instituciones públicas y privadas, los funcionarios los grandes olvidados y culpabilizados son los que sacan adelante al país sin ningún tipo de reconocimiento. Tampoco quieren que veamos que la revolución tecnológica avanza a velocidad de vértigo, y que la amenaza de la emigración ilegal exterior se dispara al igual que los perjuicios que genera en la sociedad. El pez grande se come al pequeño, y el rápido se come al lento.

Hasta ahora el sentido común parecía que significaba algo que se ajustaba a la definición de beneficioso. Hemos tenido que soportar a un gobierno en funciones que amparado en la ley parece que ha sabido administrar el país que no es lo mismo que gobernar, cualquier tirano puede gobernar pero el bien común está ausente en esos casos. En nuestro caso hemos constatado que ha sido lento a más no poder o que ha carecido del más mínimo de los sentidos; o al final que tan sólo se ha dedicado a ejercer una dictadura soterrada en pro de una larga campaña electoral encubierta. Ha sido tan lento que parece que ha tolerado hasta dejarse meter. Habría que preguntarse por la inaplicación del artículo 155 y los límites del grado de tolerancia, de si las leyes son o no son, o si se debería redactar el 155bis y que límites hay para aplicar las leyes o no para limpiar las calles de toda clase de basura humana, para que el que trabaja piense en tan sólo eso en trabajar y en prosperar. La suma de la gente que funciona y que madruga es la que crea riqueza, genera impuestos, y pone en marcha cada mañana al país. Es por ellos por los que hay que mirar. Lo demás es una falacia.

No se debe tolerar más la creación de guettos y minorías de ningún pelaje que obliguen a legislar contra una mayoría, la que trabaja, ni los ultrajes a los símbolos de la patria. No se puede tolerar por más tiempo la desinformación a la que asistimos todos los días con informaciones tendenciosas, ocultación de la verdad y creación de opiniones, que se pagan, en pro de tendencias que la mayor parte de las veces engañan a la mayoría y en particular a una juventud, que engañada espera que alguien la venga a salvar y eso no ocurre ni ha ocurrido nunca. La salvación ocurre cuando trabajas y la única independencia que obtenemos es la que podemos comprar con el fruto de nuestro trabajo y detrás de la puerta de nuestra casa. El único derecho es el derecho al trabajo y es por el que hay que luchar. Lo demás no existe, salvo la educación y el respeto a los demás y como no a nuestra patria, que es la nuestra, la que tenemos y no otra que nos queramos inventar. Ha costado muchos siglos llegar hasta donde habíamos llegado, no dejemos que los ignorantes y los inmigrantes nos la ventilen a cambio de nada. La libertad la da tan sólo el respeto.

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