OPINIóN
Actualizado 10/11/2019
Carlos Javier Salgado Fuentes

La suerte está echada y, tras la jornada de reflexión de rigor, por fin ha llegado el 10 de noviembre, una fecha en la que los españoles volvemos a pasar por las urnas para elegir los representantes de cada provincia en el Congreso de los Diputados y el Senado, que posteriormente designarán al presidente del Gobierno.

Ha sido esta una campaña electoral insólita, por cuanto se ha reducido a la mitad su duración habitual, tras las últimas modificaciones legislativas que establecieron que, en caso de haber repetición electoral, la campaña electoral pasase de dos semanas a una.

Por ello, en esta campaña al paisanaje se le ha dado menos la murga que en ocasiones precedentes, y con ello, seguramente se haya llegado menos al punto de sentirse prácticamente acosado por la información electoral que suponen dos semanas de continua propaganda por las televisiones, radios, prensa, etc.

Esto no evita que haya una sensación bastante extendida de hartazgo entre la población respecto a las elecciones, algo bastante comprensible si tenemos en cuenta que en estos comicios se pasa por las urnas para volver a votar lo mismo que se votó hace medio año, fruto de la falta de acuerdo entre los partidos para investir a un presidente del Gobierno.

En el caso de nuestra provincia, son 4 los diputados y los senadores que elegimos en el día de hoy, que saldrán de entre las doce listas que presentan lista al Congreso (PP, PSOE, C's, UP, Vox, UPL, PACMA, PUM+J, PREPAL, RC, PCTE y Contigo) y las once que lo hacen al Senado (las mismas salvo el PCTE), suponiendo dos listas más que las presentadas en las elecciones de abril (ya que UPL y Contigo decidieron no presentarse en aquellas para centrarse en las elecciones autonómicas y municipales de mayo).

De este modo, los salmantinos decidimos hoy a quienes mandamos como nuestros representantes en las Cortes Generales, y con ello, a quienes encargaremos la tarea de dar voz a la provincia y poder hablar en nuestro nombre ante la Cámara Alta y la Cámara Baja.

La apertura de urnas, en torno a la hora habitual de la cena, será el primer gesto que abra el escrutinio, que desembocará en unos resultados que a unos sorprenderán, a otros le causarán indiferencia, a unos gustarán, y a otros enfadarán. Será la posible sentencia política para quienes cosechen un resultado mucho peor de lo esperado, y a su vez el espaldarazo de cara a seguir adelante para quienes obtengan más votos con los que a priori contaban.

En todo caso, desde el momento en que depositemos el voto en la urna electoral, ya sólo nos quedará esperar a ver cuál es el resultado, pues ya no habrá vuelta atrás, y la suerte estará echada para unos y otros. Ya es 10-N, alea jacta est.

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